Columnas

El profesor en pandemia

"La mano invisible del educador está omnipresente en cada pensamiento e idea que se muestra al alumno"

Parecería, según se lee y escucha en redes sociales, que no estaríamos en el tiempo del reconocimiento de la tarea profesoral. El peso de servidor público es muy grande y el profesor sigue mirándose con poca estima por muchos padres de familia; sin embargo, es muy grande y loable la tarea que el educador está realizando en este tiempo.

Es posible para quien no está al estrado de las artes educativas pensar que da lo mismo manejar una clase presencial que una virtual o que una de teleeducación. Ciertamente no es así; las metodologías, la estructura de la clase y las exigencias son distintas, de ahí que el trabajo que hoy se realiza es muy arduo y complejo.

Nuestro homenaje a esos profesores que venciendo la crisis que nos rodea, los propios duelos y en ocasiones la misma enfermedad, realizan su trabajo entregándose a sus alumnos y planificando lo mejor posible esa clase sincrónica, que para muchos es vista como el único trabajo del educador.

En tiempos de pandemia, cuando es imposible el encuentro personal, el profesor tiene que vérselas con la creación de documentos que realmente son los fundamentales en esta metodología. Guiar los textos al leer, seleccionar las imágenes a presentar, conducir el pensamiento a la distancia, evaluar sin ayuda de la observación directa que permite el aula, etc., y por supuesto, que todo aquello es mucho más difícil sin tener al grupo delante, en vivo y en directo.

La mano invisible del educador está omnipresente en cada pensamiento e idea que se muestra al alumno y curiosamente, es más importante en las diversas actividades que se realizan en el tiempo que, según la edad, puede durar una clase sincrónica (interactiva) entre el profesor y el alumno.

Rendir homenaje al profesor en estas circunstancias no solo es necesario sino vital, porque las exigencias son mayores, porque los retos que plantea el aprender y la adaptación a un modelo diferente son duros y absolutamente exigentes.

Caminar y hacer camino es lo que le ha tocado vivir al educador de este tiempo, por eso y solo por eso, ya ameritaría un grande reconocimiento.