Cierta nación está por finalizar un producto bélico hecho con uranio y será utilizado contra Estados Unidos de Norteamérica… ¡en pocas semanas!

La Marina de guerra llama al capitán Pete ‘Maverick’ Mitchell (Tom Cruise) para que adiestre al grupo de pilotos que son considerados Top Guns, élite que puede maniobrar con destreza los F-18 destinados a bombardear la planta escondida entre montañas de estrechos desfiladeros, altas cumbres y complicada geografía.

Maverick ha sido siempre un individuo rebelde, indisciplinado, vehemente. Sin embargo, está considerado el más audaz, profesional y valiente de los pilotos que se graduaron en los años 80. Tanto el almirante Caín (Ed Harris) como Beau ‘Ciclón’ Simpson (John Hamm) manifiestan su descontento por ese nombramiento y se lo dicen, pero igual queda cual tutor.

Entre los escogidos está Bradley ‘Rooster’ Bradshaw (Miles Teller), hijo de su gran copiloto y amigo fallecido en pruebas realizadas años atrás. La visita al almirante Tom ‘Iceman’ Kazansky (Val Kilmer) es crucial y se reencuentra con Penny Benjamin (Jennifer Connelly, Óscar secundario por Una mente brillante, filme del 2002), romance iniciado en su juventud. La enseñanza, las reacciones, la posición de sus superiores chocan con las decisiones de Mitchell, pero la jornada ha comenzado y no hay cómo dar un paso atrás.

He aquí una cinta que es superior a su antecesora, la realizada en 1986. Tanto, que rompe aquello de que ‘nunca segundas partes fueron buenas’… Esta la supera.

Es mejor porque tiene imágenes repletas de ingenio, edición coherente (que se convierte en alma del largometraje), acciones aéreas emocionantes que la llenan de velocidad y claridad, que la hacen tremendamente efectiva, que la convierten en humanismo sin olvidar su toque de nostalgia y una gran dosis de adrenalina que, repitiendo la trillada frase de ‘los mantendrá al filo de sus asientos’, se convierta en realidad.

Su nivel técnico asombra, tanto la fotografía como los diálogos, ello sirve para evocar “el paso del tiempo, el declive de la juventud”, afirma un comentario inglés.

Y, sin lugar a dudas, las secuencias aéreas (filmadas con cámara dentro del mismo F-18) en plena acción mantienen en vilo a toda la audiencia; absorta, mirando el peligroso terreno sobre el cual vuelan.

Sugiero entonces que vayan al cine, que no la vean en sus hogares, pues se pierde la magnitud del espectáculo visual que la película ofrece. Además, su argumento es más profundo, con toques de melancolía sin dejar de ser divertida.

Tom Cruise demuestra que sabe cómo producir una película. Le da al público lo que este ambiciona ver: explosiones sónicas y revivir el concepto de lo que significa ‘ir al cine’.

Loable la decisión tomada por su director (Joseph Kosinski), la de hacer que cada secuencia esté llena de emotividad, que sus personajes tengan sus momentos de introspección. Y algo curioso: la banda sonora parece darle vida a los aviones. Allí están sus ruidos metálicos, el gemido de las máquinas y mandos que se resisten a las demandas exigidas.

Cruise muestra no solo que es un buen actor, sino que sigue definiendo lo que significa ser astro de cine. Aunque no se lo ve a menudo en la pantalla o eventos hollywoodenses sigue siendo el astro más concienzudo de su generación.

Jennifer Connelly impone su belleza y carisma para crear un personaje muy cercano a la realidad, pues su mirada es el espejo de un amor recuperado.

Nota al margen. Val Kilmer, quien también actuó en la primera Top Gun: Honor y Gloria, revive su papel y -al igual que en la vida real- no se escucha su voz, la cual perdió luego de ser operado al sufrir un cáncer maligno.

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