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Películas Netflix | El diablo a todas horas: un desequilibrio sostenido

"No hay luz en esta película, tan solo oscuridad, tragedia y pesar".

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"Es interesante como Pattinson se desdobla para traernos un personaje asqueroso, repudiable y, a la vez, pulcro".netflix

“Una película en la que todos le hablan a Dios, pero él no parece estar ahí” . Es así como el director Antonio Campos describe a la que es, quizá, su película más grande. Basada en el best-seller homónimo de Donald Ray Pollock, Netflix coloca en nuestro feed una, en principio, interesante historia que nos engancha por el simple hecho de contar con un reparto coral que cualquier director quisiera tener bajo su lente.

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Sin embargo, hay puntos importantes que no permiten a este filme encumbrarse entre lo mejor que el servicio de streaming nos ha presentado que, aunque nos ha sorprendido gratamente con algunos inolvidables títulos, también es culpable de traernos otros que son, por decirlo menos, olvidables.

El diablo a todas horas se centra en la historia de Arvin (Tom Holland), un joven adulto que ha sido espectador, desde pequeño, de atrocidades que han marcado fuertemente su temperamento y su accionar. Son actos que a cualquier persona podrían llevar a la locura o desenfreno, pero que él intenta encerrar en el baúl de sus recuerdos.

La película acierta al mantenernos en vilo, como intentando mantener cerrada una puerta ante un vendabal o estampida, esperando impacientemente que Arvin desate toda esa furia y resentimiento encerrado por la vida que le tocó vivir. Es, en efecto, el palpitar de una maldad que “a todas horas” flota en el lúgubre ambiente de su día a día. Holland sale de su zona de confort y me asombra gratamente con una actuación que nos permite entender y vivir el conflicto de su personaje.

El guión se encarga de bombardear a Arvin, durante prácticamente toda la película, de desleñables situaciones en las que él decidirá si mantiene dormido o no al monstruo que en su interior espera impaciente por salir. La película le construye un mundo alrededor que está lleno de maldad, desdicha, desesperanza y suciedad cultural. Mundo en el que se erigen varias historias que se nos presentan en tropel y que, pareciera, no tienen nada en común entre sí o con el protagonista, pero que luego terminan confluyendo siempre alrededor de Arvin.

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Tenemos en primer lugar a Willard, padre de Arvin, interpretado grandiosamente por Bill Skarsgård, cuya historia es la única que, pudiera decir, se construye correctamente: sin excesos ni apuros. Willard es un militar que ha sido testigo del horror de la guerra y la ilimitada maldad del hombre. Con este pasado imprime, acto por acto, la maldad en su hijo Arvin dejando una huella indeleble de terror y resentimiento.

Otro personaje importante es el predicador Preston Teagardin a quien le da vida un genial Robert Pattinson, a mi gusto, la mejor interpretación de todas. Es interesante como Pattinson se desdobla para traernos un personaje asqueroso, repudiable y, a la vez, pulcro. Definitivamente uno de los mejores momentos de la película lo protagonisan Holland y Pattinson en el encuentro de sus personajes en la iglesia.

Existen, además, otros personajes rodeando a Arvin. Destaco a Lee Bodecker (una gran interpretación de Sebastian Stan), un policía corrupto con un dilema familiar, o a la pareja hedonista de Carl y Sandy (interpretados por Jason Clarke y Riley Keough). El problema es que el guión, en un desequilibrio sostenido, se nos muestra dilatado para presentarnos algunos momentos y apresurado para otros. Este vaivén me incomoda ya que, por momentos, las escenas se vuelven largas, melosas y aburridas.

Pero existen instantes en los que me gustaría saber más de ciertos personajes, sus motivaciones y el camino que los llevó a ser quienes son para poder entender su profundidad y su inusitada maldad. Este desbalance es el talon de Aquiles de esta producción y, ciertamente, una decepción: las 2 horas con 34 minutos que dura el filme no le hacen justicia al desarrollo de personajes y se pierde, por momentos, en vanalidades inconsistentes que pudieron ser desechadas en aras de una mejor, más balanceada y coherente, construcción de historias.

Aunque pudiera uno sentirse tentado y decir que El diablo a todas horas es una crítica a la religión, sería un error. Cierto es que en todos los personajes se retrata, en mayor o menor medida, su acercamiento hacia Dios.

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Pero el guión deja muy claro que la maldad no viene de ese Dios, o de la religión que profesan, sino de sus debilidades e inclinaciones. Es el hombre quien tiene ese libre albedrío y decide, íntimamente, si sus acciones construyen o destruyen. El exceso, desde cualquier punto de vista, desequilibra al ser humano.

El diablo a todas horas no es una película mala. Creo que es interesante y ciertamente sus encomiables actuaciones nos mantienen atentos. No puedo decir que la disfruté ya que se me confundiría con un masoquista. No hay luz en esta película, tan solo oscuridad, tragedia y pesar. Creo que Neflix, y en especial el director Antonio Campos, han perdido una maravillosa oportunidad de entregarnos una película inolvidable ya que teniendo todas las herramientas para crearla, han perdido su rumbo en un camino que pudo llevarlos a la gloria.