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Lujuria en el convento, divertida sin llegar a la risa

Ubicada en el top de las más populares en Ecuador, Netflix presenta esta comedia dirigida por Jeff Baena.

Lujuria en el convento
De actuaciones ingeniosas, la comedia está basada en algunos cuentos de El Decamerón, de Giovanni Boccaccio.Instagram @thelittlehoursmovie

Garfagnana (Italia), 1343. En un aislado beaterio viven una decena de monjas regentadas por la madre Marea (Molly Shannon) y el padre Tommaso (John C. Reilly). Algo cercano está el castillo de Lord Bruno (Nick Offerman) cuya esposa, Francesca (Lauren Weedman), lo traiciona con el paje Masetto (Dave Franco). Percollado y encarcelado, el muchacho logra huir y en la fuga encuentra, medio ebrio, al sacerdote a quien afirma que los bordados que llevaba a vender para aliviar el escaso presupuesto que tiene la rábida fueron robados.

Frente a la apurada situación del joven, el clérigo ofrece llevarlo al convento y darle un trabajo. Eso sí, debe fingir sordomudez. Su llegada alborota sexualmente a las hermanas, especialmente a tres de ellas: la hermana Alessandra (Alison Brie), la hermana Ginevra (Kate Micucci) y la hermana Fernanda (Aubrey Plaza, también productora del filme). Entre pecado y pecado, llega Bartolomeo (Fred Armisen), obispo austero que se enfurece ante los hechos.

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Basado en un par de cuentos de El Decamerón, relatos escritos por Giovanni Boccaccio en el siglo XIV, Jeff Baena, director y guionista de Lujuria en el convento (The little hours), ansía convertirla en “comedia medieval”. Sin embargo, con la exposición de controladas escenas sexuales, de intrigas, pasiones y broncas, solo permite un ligero ingreso a la sonrisa. La risa jamás llega, pues la atención queda centrada en hallar escenas que justifiquen lo anunciado y eso no llega en la forma apetecida.

Si de comedia queremos hablar, esta la encontraríamos en el hecho de que los diálogos y los personajes hablan y reaccionan con expresiones y actitudes del siglo XXI, lo cual beneficia al largometraje. Los literatos hallarán concordancia con la obra teatral de George Bernard Shaw titulada César y Cleopatra.

Las actuaciones, de un reparto 100 x 100 competente elevan la categoría del filme, especialmente la de John C. Reilly, cuyas secuencias en el confesionario son los ingredientes que el argumento requiere: pecados repetitivos y absueltos, mentiras piadosas escuchadas con benevolencia y lo brillante es que en la mayoría de las ocasiones más vemos los rostros de las religiosas que las del sacerdote.

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Destaca Lauren Weedman por la forma en que actúa su dialogo: lujurioso y altanero. Dave Franco, sin aspavientos, es el joven confundido entre los sorpresivos ataques sexuales, sus satisfacciones y temores de ser pillado; no tiene más campo y sin embargo jamás desentona en este grupo coral. Fred Armisen, como el escandalizado obispo, está muy bien, al igual que su monólogo. 

Entre las hermanas sobresale Kate Miccuci, quien aprovecha de sus ojos para decirnos, hablarnos de sus frustraciones sexuales, del descubrimiento de su orientación sexual. Alison Brie (en la vida real casada con Dave Franco) es toda pasión escondida en las manos que bordan. Aubrey Plaza es vehemencia total.

La fotografía destaca por su sencillez. El camarógrafo no ha querido utilizar filtros e iluminación que la enaltezca. Al contrario, ha buscado la simplicidad en la imagen, unificándola a las del convento, del campo. Donde cambia es en la escena del aquelarre y le sirve para dar sensualidad a los cuerpos desnudos que brevemente llenan la escena que tiene como fondo el fetichismo, la brujería, la violencia y la sangre.

Según se ve, hasta esta semana, Lujuria en el convento se mantiene entre las diez películas mas vistas en Ecuador mediante la plataforma Netflix.

  • Calificación: * * *