Cultura

Narrar desde lo clandestino, un recorrido por la literatura GLBTQ+ del Ecuador

Las diversidades sexuales hallaron un espacio en la narrativa, pasando del tabú, la muerte y la violencia a la visibilidad y al amor.

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La narrativa sexodiversa del país inicia en los años veinte con 'Un hombre muerto a puntapiés de Pablo Palacio.Cortesía

“La narrativa gay ecuatoriana dialoga a través de la culpa y la muerte”, sentenció el escritor y catedrático Pedro Artieda hace un par de meses en una investigación sobre lo queer en la literatura nacional.

Y no se equivocó. Las representaciones sexodiversas en novelas y relatos ecuatorianos transitaron, durante al menos setenta años, entre personajes que deben enfrentar su deseo y su felicidad contra los prejuicios, la discriminación y la ilegalidad (no olvidemos que la despenalización de la homosexualidad se aprobó recién en 1998).

Estas primeras historias, que arrancaron con el reconocido relato 'Un hombre muerto a puntapiés' de Pablo Palacio, se enmarcaron en lo que el escritor Jorge Dousdebés describió como “un trato tangencial”, abordado desde el desconocimiento y los tabús de la época.

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La obra de relatos de Pablo Palacio se lanzó en 1926.Cortesía

Y justo en este primer cuento, que data de 1926, aparece ese prejuicio, a través de una palabra que enmarca la percepción de los diverso en la primera mitad del siglo XX: “vicioso”.

“En América Latina la homofobia se remonta a la Conquista, origen que dio lugar a la enfermedad y a la ilegalidad (…) El deseo homosexual se encuentra entonces anulado. Es innombrable”, reflexionó Artieda sobre el relato de Palacio, que versa sobre los posibles motivos para el asesinato de un desconocido. 

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'Al subir el aguaje' de Joaquín Gallegos Lara, 'Cara E' Santo' de Rafael Díaz Ycaza, 'Por que Jesús no vuelve', de Benjamín Carrión y 'Los señores vencen' de Pedro Jorge Vera, escritos entre 1930 y 1968, son otras obras en las que los personajes padecen el rechazo por ser consecuentes con sus sentimientos. ¿La expiación de su “culpa”? El suicidio.

El giro llegó en 1982 con 'Angelote, amor mío' de Javier Vásconez. El relato sigue el monólogo interno de Julián mientras asiste al velorio de Jacinto, su amante.

“Con ojos atentos tu parentela seguía cada uno de mis pasos. Una vez más aparecía la mentira, el engaño, la hipocresía de todos ellos limpiando sus lágrimas con pañuelitos de seda. Pero a ti, que el sentido de la historia te pasó por la entrepierna, ¿qué más daba? Ahora eres un Angelón de retablo, eres un poco de historia en la ciudad”, dice el protagonista.

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'Angelote, amor mío', recibió numerosas críticas tras su publicación en 1982.Cortesía

Tras su publicación llegó la controversia, no solo por la temática y la forma en que se retrataba la relación entre los amantes, sino por el lenguaje barroco que usaba para referirse a la religiosidad quiteña. Aun así, el cambio en la forma de narrar las diversidades sexuales continuó. A esta obra le siguieron otras: 'Nuncaamor' de Jorge Dávila Vásquez, 'Fiesta de solitario' de Raúl Vallejo y 'Resígnate a perder' de Javier Ponce por nombrar algunas.

Luego, en 2005, Lucrecia Maldonado lanzó 'Salvo el calvario'. Esta sigue a tres amigos, Fernando, Susana y Miguel, que desarrollan un triángulo amoroso insospechado. A diferencia de lo escrito previamente, los protagonistas dan rienda suelta a su cariño, quebrando los prejuicios que los limitan, llevando una relación plena, hasta chocarse con otra realidad más compleja: la de una enfermedad terminal.

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La novela de Lucrecia Maldonado se diferenció de varias piezas escritas previamente, y aborda la relación plena entre sus protagonistas.Cortesía

A esta le siguió 'Eses fatales' de Sonia Manzano, que aborda la relación entre dos mujeres. La autora señaló que, al escribirla, supo que asumía un riesgo, pese a que la despenalización tenía ya casi una década en el país. 

“Quise dotar a esta obra de verosimilitud humana, hablar de dos mujeres que buscan el amor. Pero claro, era un riesgo, como siempre lo ha sido para cualquier escritor que opta por un tema diferente, opción que todavía es un riesgo en una sociedad que discrimina al diferente por el simple hecho de serlo”, dijo en su momento.

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Desde entonces a la lista de la literatura GLBQ+ se han sumado otras piezas impresionantes: 'La niña tulita' de Juan Carlos Cucalon, 'Ondisplay 2.0' de María Fernanda Pasaguay, 'Los azules' de Adolfo Macías, 'Pequeños palacios en el pecho' de Luis Borja Corral,  la desgarradora 'Saber lo que es el olvido' de Carlos Arcos Cabrera y la más reciente, 'Gabriel(a)' de Raúl Vallejo. 

En 2013, también llegó una primera antología de literatura queer, a manos del escritor Raúl Serrano, 'Cuerpo adentro, historias desde el closet'. Este describió su obra como quizás también se debería definir el trayecto de esta narrativa en el país: “un alarido sonoro y continuado que por fin alguien escucha”.