Ocio

1899, serie de Netflix.
Son ocho capítulos que atrapan al lector, quien debe cumplir el reto de armar el rompecabezas que la serie plantea.Instagram.

'1899', un túnel del tiempo en Netflix

Gracias a la tecnología, la serie viaja por un laberinto que toca el camino de La Legión Extranjera y los valles de la campiña danesa.

El vapor Cerberos se dirige a Nueva York desde South Hampton, lleva 1.423 pasajeros y una tripulación de 550 marineros. Algunos van en pos de un sueño, otros han tomado vacaciones… pero todos guardan extraños secretos.

A pocas fechas de travesía, el radio operador comienza a recibir mensajes suplicantes del Prometeo, barco que desapareció meses atrás sin dejar rastro alguno. Ya a bordo, encuentran a un niño llamado Elliot (Fflyn Edward), que no habla y se limita a mostrar una pirámide manual hecha de hierro. La doctora Maura Franklin (Emily Beecham) y el capitán Eyke Larsen (Andreas Pietschmann) ven la imagen de una chiquilla que cruza un pasillo, pero no es así.

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Retornando al Cerberos, Larsen ordena el hundimiento de la nave que no muestra lo que pudo haber ocurrido. En aquel momento los pasajeros exigen continuar el viaje, entre ellos los españoles Ángel (Miguel Bernardeau) y el sacerdote Ramiro (José Pimentão). También están Jérôme (Yann Gael), africano convertido en polizonte, y Olek (Maciej Musial), fogonero que pregunta demasiado.

El misterio rodea a la geisha Ling Yi (Isabella Wei) y a su sirvienta Yuk Je (Gabby Wong). Ellas dicen ser japonesas, pero hablan cantonés. El matrimonio formado por Clarence (Matilde Ollivier) y Lucien (Jonas Bloquet) sufre por la impotencia de este. Hay una familia danesa que anhela imponer su religión en el país al que están emigrando; Krester (Lukas Lynggaard Tonnesen), uno de sus hijos, vive tribulaciones y la solterona Virginia Wilson (Rosalie Crats) tantea chismes. De pronto, sin darse cuenta, enfrentarán un mundo alucinante.

Netflix tiene un baluarte en esta serie que abarca ocho capítulos que atrapan al espectador dispuesto a armar el rompecabezas planteado. A ellos debo sugerirles que impongan sus cinco sentidos en la confabulación para así completar la imagen que sus creadores ponen en este ícono surrealista, que no es exactamente de terror sino de suspenso, intriga, de evolución constante, de momentos desconcertantes, siniestros y que tiene mucho del poder mental.

Sin embargo, en su segundo episodio hay lentitud. Pero eso es igual a la calma que precede la tormenta, pues el argumento va, paso a paso, generando la tensión que se apodera no solo del cineasta, sino de los mismos personajes, incrédulos ante lo que está sucediendo en este constante ‘déjá vu’.

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A partir del cuarto segmento, la trama gira del hoy al ayer y de este a un futuro épico. También hay secuencias en que los protagonistas van de la religiosidad al ateísmo que fundó la ciencia.

La nueva tecnología del séptimo arte despliega sus efectos especiales en cada escena y le sirven para subrayar este laberinto que se prolonga hacia los parajes que en el desierto tuvo La Legión Extranjera o los valles de la campiña danesa y el demoníaco interior de los barcos.

Nada escapa a la cámara ni al cambio de colores que ciertos momentos requieren. Por ello, 1899 es un álbum futurista del cine que ha ingresado a la plataforma que denominamos ‘streaming’. Vale también informar que las imágenes se convierten en “frases visuales” que complementan la ficción.

El grupo actoral es excelente. Ninguno merma su histrionismo, hasta hacer creer que se está viviendo un infinito desconcertante. Sobresale Emily Beechan (que tiene todo el peso de la serie), porque su actuación jamás decae, su nivel artístico es admirable.

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La banda sonora de Ben Frost es oportuna y llama la atención el que a cada sección se le haya impuesto una canción popular en las décadas que van de los 60 a los 80. Entre ellas están White Rabbit, Starman, The wind (of my soul). Y, cosa rara, esto no es una grieta, es más bien un puente erigido al pie del túnel del tiempo que es, en esencia, 1899.

  • Calificación: * * * *