Es costumbre ver cada año del 31 de octubre que los centros comerciales se llenen de disfrazados, que otros caminen por parques o por el Malecón 2000, o que salgan a discotecas y bares. Este año por el coronavirus, los primeros no van a ofrecer shows; y los segundos estarán cerrados, funcionará solo las áreas de restaurantes.

Ante esa escena se pensó que las ventas de los trajes por el Día de las Brujas serían nulo, pero sin llegar a un 100 % de compra sí hay movimiento comercial, por la fiesta extranjera que la ciudad la ha adoptado como propia y la suma a sus tradiciones.

En un recorrido, EXPRESO ve que los locales ubicados alrededor del Mercado Central tienen decenas de compradores y lo mismo en una de las tiendas especializadas en disfraces y artículos de belleza, Pelucas y Postizos.

Son escenas que delatan que las fiestas serán en casa, pese a las restricciones. Es una acción que sí es posible con la condición de que participen solo quienes viven en la misma vivienda. Lo que el COE cantonal y el Municipio de Guayaquil no permiten, para evitar aglomeraciones, son fiestas con invitados. Un ejemplo son las celebraciones que se clausuraron el fin de semana pasada. Una fue en el kilómetro 27,5 de la vía a la costa, en un complejo turístico. Otra fue en el sector de El Fortín, que tenía al menos 200 personas. Y una tercera en la Séptima, entre Brasil y Gómez Rendón, en la terraza de una casa. Estas fiestas clandestinas son las que no se deben dar, pero es un tema que EXPRESO viene relatando desde los días de la cuarentena.

En los casos de las fiestas clandestinas hay una sanción de ocho salarios básicos unificados, o sea 3.200 dólares que debe cancelar el dueño del inmueble, por permitir aglomeración cuando la ciudad todavía está en semáforo amarillo.

Sin embargo, los compradores señalan que la celebración de Halloween será solo con quienes viven en la misma casa, mencionan esto mientras llevaban en sus manos hasta la piñata en forma de calabaza y las fundas de caramelos.

Adriana Jiménez es una de las madres que compra dos disfraces, uno para su hijo de 8 años y el otro para su sobrino, de 3 años.

Jiménez explica que la fiesta será solo entre quienes viven en la misma casa, seis personas. “Hemos preparado esto porque los niños han pasado mucho tiempo encerrados. Por eso decidimos hacer la fiesta entre nosotros, incluso vamos a comprar torta. El presupuesto de la celebración para los seis que vivimos juntos es de 100 dólares”.

Ese actuar responsable con la salud es la que espera la autoridad. Hasta los comerciantes también creen que cada ciudadano armará su fiesta propia, pero con las debidas medidas de bioseguridad. “En un día he vendido cinco docenas de disfraces y los clientes me han comentado que tienen todo listo para bailar, pero en familia, sin nadie externo”, señala Enrique Vargas, dueño de Creaciones Yolever´s, local ubicado por el Mercado Central.

Las fiestas empezaron desde el jueves, en la urbanización La Puntilla se realizó un desfile alegórico. Hubo cinco carrozas, se presentaron Mickey vampiro, Minnie bruja, Maléfica, Coco, Cruella de Vil, Guazón, Annabelle, It y zombies. El desfile duró una hora y se pidió que estén en grupos solo quienes viven en una misma casa.

“Organizamos esto para dar un poco de distracción a los pequeños que llevan mucho tiempo en casa”, indica Fernando Huamán, presidente del comité de La Puntilla.

En sí, las autoridades saben que así como hay ciudadanos que cumplen con las medidas, también hay desobedientes y por ello durante el feriado van a intensificar los controles de las fiestas clandestinas.