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Rafael Vera divierte a los visitantes del Malecón 2000 con sus títeres de marote. Dice que con su espectáculo brinda un poco de terapia a la gente.Amelia andrade

Rafael Vera, un psicoterapeuta 'salvado' por los títeres

Guayacos. Este profesional caraqueño, pero guayaquileño de corazón, llegó al Ecuador en 2018 y al no encontrar trabajo apostó por el arte callejero. Con él mantiene a su familia y a la vez da 'tratamiento' a la gente

Guayacos es una sección en la que contamos historias de los habitantes de Guayaquil, vidas que alimentan y hacen más rica esta ciudad. Relatos que ayudan a conocer mejor la madera de la que están hechos.

Disfrutar del arte callejero es una de las ventajas de vivir en el Guayaquil de hoy, y para quienes gustan de apoyar esta actividad, es recomendable andar con un puñado de dólares al visitar el centro y las zonas turísticas de la ciudad. En sitios como el Boulevard 9 de Octubre, los malecones y la Plaza Guayarte, trabajan a diario un sinnúmero de actores, mimos, bailarines, pintores, músicos... Y no podían faltar los titiriteros.

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Uno de estos últimos es Rafael Vera Castillo, un venezolano de 56 años cuya delgadez, buen humor y sencillez en el vestir (jean, camiseta y gorra), le dan cierto aire de Don Ramón, ese querido personaje del programa El Chavo del 8.

Pero su lugar de trabajo no es ninguna vecindad de barrio, sino quizás el sitio más privilegiado para cualquier artista ávido de gran cantidad de público. Su pequeño escenario compuesto por un parlante una pequeña mesa y dos títeres, está nada más y menos que en el Malecón 2000, parque urbano que diariamente recibe una media 90.000 visitantes. Pero eso no es todo, Vera tiene permiso de la Fundación que administra el espacio turístico para instalarse entre el cine IMAX y el moderno parque de atracciones coronado por la noria La Perla.

La brisa fresca que genera el manso río Guayas, sobre el cual circulan las cabinas de la Aerovía, son parte del ambiente donde los muñecos de Vera, que representan a conocidos personajes de la farándula mundial, deleitan a chicos y grandes.

Un cofrecillo plateado lleno de monedas y alguno que otro billete dan cuenta de la aceptación que tiene su espectáculo, que consiste básicamente en hacer cantar a los títeres.

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Miguel y Rocío Durcal son dos de los personajes de este titiritero a quienes algunos confunden con Don Ramón, por su cierto parecido físico.amelia andrade

'El latido de mi corazón', una de las canciones la película Coco, es la primera en sonar al comenzar la jornada. Entonces aparece en escena la figurilla de Miguel, el protagonista del filme animado de Disney. Luego de esta canción, el titiritero lo hace cantar y bailar la famosa ronda infantil 'La rumba de los animales'. El público comienza a llegar y a aplaudir.

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Pasan los minutos y el show debe variar un poco. Entonces Vera guarda el muñequito de Miguel y saca a otro que personifica a la fallecida cantante española Rocío Dúrcal, mientras hace escuchar por el parlante las recordadas baladas "Costumbres", "La Gata bajo la lluvia" y otras, con el fin de atraer y endulzar a las parejas que pasan por el lugar.

"Los míos son títeres de marote o de mano prestada", explica a EXPRESO el titiritero, al hacer una pausa a sus presentaciones. "Se los llama así porque en la técnica de manipulación el titiritero presta su mano izquierda como si fuera la mano del títere, y con la mano derecha se manipula la cabeza del muñeco".

A simple vista al hombre disfruta de su trabajo. Y entre el público, quien no responde con una moneda, le regala al menos un saludo, una sonrisa...

Vera recuerda que estos muñequitos, ya sean de marote, cruceta o de otros tipos de títeres, atraen la atención de todo el mundo: hombres, mujeres , niños, ancianos, negros, blancos, pobres, ricos...

"Solamente a una persona que tenga problemas graves rechaza, porque "los títeres son una expresión artística que no solo entretiene, sino que también enseña, es pedagógico y hasta cura enfermedades", comenta el caraqueño, cuyas primeras profesiones fueron la psicología y la docencia universitaria.

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Su show es para todo público porque, explica, los títeres no discriminan a nadie amelia andrade

¿Y qué hace una persona de su buen nivel académico y profesional manipulando marionetas? Vera responde, palabras más, palabras menos, lo mismo que millones de sus compatriotas que tuvieron que abandonar Venezuela: "De algo tienes que vivir fuera de tu tierra".

El Ministerio de Educación de acá tenía un programa llamado Educa Tv, que trabajaba mucho con los títeres y esa era su fortaleza, porque los títeres enseñan, pueden expresar todo sin ninguna inhibición

Pero los títeres no son una casualidad en su vida, ya que su tío, Carlos Aparicio, quien ejerce la misma profesión, le ayudó a desarrollar el arte con el cual ha podido sobrevivir con su esposa y cuatro hijos en Guayaquil.

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Esta familia llegó al Ecuador en 2018 y tanto Vera como su esposa, la también educadora Alizanka Méndez, intentaron en reiteradas ocasiones ejercer sus profesiones, aunque sin éxito.

Vera pudo trabajar como terapeuta unos pocos meses en una clínica de rehabilitación de personas con adicciones, luego entró a la Fundación Proyecto Salesiano, que trabaja con niños que están en acogida y finalmente con la Fundación Hogar de Cristo. Sin embargo, en todas estuvo por poco tiempo y al saberse sin oportunidades para ejercer su profesión, optó por el arte de los títeres.

Lo mismo ocurrió con su mujer, quien extraña el trabajo de maestra de párvulos que tenía en Caracas, pero hoy suele montar un show de títeres humanoides.

Ambos aclaran que no reniegan de lo que hacen y que más bien, a través de estos muñequitos hechos de diversos materiales (madera, pasta, trapo, metal, plástico...), ejercen de alguna manera la psicología y la docencia.

"Estamos en una pandemia -explica-, donde se ha creado una situación muy sui generis, especialmente por confinamientos obligatorios que hicieron que las personas se vuelvan agorafóbicas, con temor de salir y enfermarse. Ante esta situación los títeres, que son muy divertidos, constituyen una gran terapia para las personas que pasan por aquí, porque además de alegrarlos un poco, los relaja, los calma".

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Su esposa lo interrumpe para agrega que estas figurillas son una herramienta para ayudar a las personas que tienen problemas graves inclusive.

"EL ECUATORIANO ES HOSPITALARIO PERO DISFRUTA CON LO TRISTE"

Tras comentar que el Ecuador y particularmente Guayaquil los ha acogido de buena manera, Vera califica a los ecuatorianos como "personas afables y solidarias", que convidan a los extranjeros a sus comidas y reuniones de tipo social, barrial o deportivas.

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El arte callejero se toma plazas, calles y malecones con títeres, teatro, mimos y otras manifestaciones.J. Alvarado

Allá en la populosa Isla Trinitaria donde viven de alquiler, los Vera-Méndez aseguran no haber tenido inconvenientes, sino más bien empatía y colaboración con sus vecinos, pese a ser una de las zonas conflictivas de Guayaquil, según la misma Policía Nacional.

Lo que sí remarca el titiritero es que el ecuatoriano es menos alegre y proactivo que el venezolano y que un antropólogo de acá le explicó alguna vez que aquí se disfruta de la tristeza de manera alegre. "Es algo medio paradójico, el pasillo es algo hermoso y a la vez triste pero como que los alegra. También los noticieros están llenos de femicidios y suicidios. Eso no debería pasar", subraya.

"Es algo medio paradójico: el pasillo es hermoso pero triste... y como que los alegra a los ecuatorianos

Rafael Vera, psicóterapeuta y titiritero

Lo que no sabía Vera, es que el famoso explorador, naturalista y astrónomo prusiano Alexander Von Humboldt, se dio cuenta de ello hace un poco más de dos siglos, y dijo que "los ecuatorianos son seres raros y únicos: duermen tranquilos en medio de crujientes volcanes, viven pobres en medio de incomparables riquezas y se alegran con música triste".

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NO REGRESARÁN A SU PATRIA

Vera y su esposa han echado raíces en Guayaquil y no piensan regresar a su patria así termine la crisis humanitaria que los obligó a ellos ya otros 5.5 millones de sus compatriotas a salir de ella.

Consideran que el país ha quedado tan destruido física, moral y emocionalmente, que quince o veinte años no bastarían para reconstruirlo.

"Yo ya tengo 56 años y si la crisis de Venezuela terminara hoy, tendrían que pasar al menos 15 años para el país vuelva a ser al menos como antes (del chavismo) y cuando eso suceda yo ya seré un anciano: ¿Para qué voy a regresar?", reflexiona.

Luego pide que quienes quieran contratarlo como artista o psicoterapeuta lo contacten a @puppetworldgye.

La conversación con EXPRESO termina y el ambiente fulgurante y multicolor que pone La Perla destaca al llegar la noche. Es el escenario perfecto para la función de títeres. El show debe continuar.

Si sabes de un personaje de tu barrio o círculo que todo el mundo debería conocer, escribe a contenidoweb@granasa.com.ec