persona en situación de calle
Transeúnte. Luis Anchundia vive en la calle desde hace 6 meses, para comer vende botellas con agua; a diario gana unos cinco dólares.Amelia Andrade

Sin ser mendigos, 231 duermen en la calle

Según un estudio del Refugio Espíritu Santo, el 38,5 % de ellos lleva hasta un año viviendo en las calles. El 21,3 %, tras perder su trabajo

Ellos se diferencian de los mendigos, no piden limosna. Se esmeran por bañarse y en mantener limpio el lugar donde duermen. Tienen un lugar donde lavar su ropa.

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Por su ropa limpia a simple vista no parecen personas en situación de calle; pero, por estar todo el tiempo a la intemperie su piel tostada, gruesa, con las huellas del sol, los delata.

Son personas que viven en la calle, porque los pocos dólares que consiguen, por vender agua, o por ser chamberos, no les alcanza para alquilar una habitación, la más económica es de 50 dólares al mes, según cuentan al ser entrevistados por EXPRESO.

En Guayaquil, en esta condición, están 231 personas, según el estudio Caracterización de la Situación Social del Desarrollo de Adultos en Calle, al que tuvo acceso este Diario y fue realizado por el Refugio Espíritu Santo (RESA), que es un albergue administrado por la Arquidiócesis de Guayaquil.

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1. Limpieza. Las personas que viven en la calle, sin ser mendigos, procuran estar limpios, como se ve en la foto tomada en el parque San Francisco, de una persona que durmió en una banca de allí.Amelia Andrade

Los técnicos de RESA encuestaron en total a 362 personas, de los cuales 77 los encontraron en albergues temporales por la pandemia de la COVID-19; otros 54, están en RESA y la mayoría, 231, tienen a la calle como vivienda.

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En esta investigación lo que más llama la atención es que un 21,3 % de la muestra abandonó el hogar porque perdió el trabajo y ya no tuvo dinero para pagar la renta.

La luz se enciende en rojo cuando se lee que del total un 38,5 % lleva de 1 a 12 meses en la intemperie, lo que implica que ellos son parte de las víctimas de la emergencia sanitaria.

“Por ser el primer estudio de este tipo que se ha realizado, no hay manera de saber si ahora hay más o menos personas durmiendo en la calle, sin ser mendigos”, explica María Quinde, del área de investigación de RESA.

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2. Desayuno. Carlos Guime, cuidador de carros, cada día comparte 100 panes que compra junto con un amigo, para repartir con quienes duermen en la avenida Nueve de Octubre, en el centro de Guayaquil.Amelia Andrade

Del grupo que dijo que optó por la calle al quedarse sin trabajo un 26 % del total de personas fueron despedidas, a otro 21 % no le renovaron el contrato y un 20 % de ellos renunciaron por tener que cuidar a un familiar o ganaba poco.

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Ellos han pasado desapercibidos, escondidos entre todos los ayes presentes este año en las calles de Guayaquil. Arrinconados entre los otros problemas sociales que se hicieron evidentes, tapados hasta por el olor que se adueñó de la atmósfera de la ciudad cuando centenarios dejaron de respirar, se volvieron invisibles ante los muertos por el coronavirus que en abril y mayo esperaron mínimo tres días para ser recogidos.

En este 2020 la atención de todo y hasta de las lágrimas se volcaron hacia la pandemia.

La mirada nublada no permitía ver que a una esquina había llegado una nueva persona que se había quedado sin trabajo. Se han hecho visibles para la opinión pública y hasta para las autoridades a partir de este estudio y por el albergue municipal Volver a Soñar, que se inauguró al inicio de este diciembre y que tendrá capacidad para atender a unas 240 personas.

ControlEl MIES promueve una Navidad sin mendicidad, es decir sin personas que pidan dinero en las vías. El mendigo es otro grupo, que no es analizado en este estudio de RESA.

Por ser personas que antes tenían un hogar y eran productivos, para ellos también es peligroso vivir en la calle. Cuentan que son asaltados y maltratados. Según lo que relatan en las entrevistas, ellos pueden dormir desde las 00:00 hasta las 05:00 y que a veces tienen que estar mojados, porque hay ciudadanos o guardias que les tiran agua para sacarlos de las bancas de los parques o de una esquina, los confunden con los que sí afectan con su presencia a la comunidad.

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Hay quienes por semanas o pocos meses consiguen trabajo y no logran recuperarse económicamente. “Por un mes trabajé como cargador en una empresa de la provincia de Santa Elena, el dinero que tengo es para comer. No sé cuándo pueda conseguir otro cachuelo. Así he pasado este año, antes trabajé como mensajero pero por la reducción de personal me despidieron”, manifiesta Sergio Ortega, quien sin ser mendigo duerme en la calle.

Al igual que otros se baña en casas privadas que se dedican a ofrecer este servicio por el pago de un dólar. Sus necesidades biológicas las hacen en baños públicos y siempre encuentran donde les regalen agua para lavar la ropa.

Para entender por qué este grupo es diferente, RESA, en el estudio, explica la tipología de quienes tienen la calle como casa: hay el vago, aquella persona que tiene su familia, su casa pero le gusta estar en la calle por su voluntad. El indigente, es quien está en la calle por una adicción al alcohol o drogas. Los transeúntes, que son de quienes se habla en este artículo, viven en la calle de manera transitoria por falta de recursos económicos.

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de personas que duermen en la calle sin ser mendigos son ecuatorianos y un 18,2 % son venezolanos.

Desde este punto de vista Ortega se suma a los 231 que RESA encontró en su estudio.

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Al igual que Humberto Abad, quien indica que laboraba como marino mercante y ahora recoge y vende botellas para comer.

El análisis además señala que el 68,5 % de ellos están disponibles para trabajar. Entre los oficios que tienen, el 10,14 % está ligado a la construcción; 9,4 %, al comercio; el 5,24 % se dedica a oficios varios; otro 4,9 %, a las ventas; un 3,8 % de ellos son guardias de seguridad, electricista o pintores; y un 2,45 %, maestros, meseros, mecánicos, carpinteros o artesanos.

Todos tienen la ilusión de salir de esta situación como lo hizo Carlos Montenegro, de 40 años, quien recibe el apoyo de RESA y ahora estudia para ser chef y trabaja en un vivero.

Montenegro cuenta que se separó de su esposa, perdió el trabajo y a partir de ello cuando conseguía un trabajo como oficial de albañil, ganaba $ 50 semanales y ese dinero enviaba para sus cuatro hijos y no le alcanzaba para alquilar una habitación. Su familia no se enteró de que optó por dormir y bañarse en la Terminal Terrestre. Durante los 15 años que estuvo en la calle lo asaltaron cuatro veces.

Hay quienes mantienen la costumbre de leer el diario mientras desayunan, uno de ellos es Mario Ruiz, quien siempre tiene el periódico que ofrece a sus clientes para que se entretengan, mientras les lustra los zapatos. Él gana $ 5 diarios que le sirven solo para comer.

La atención para ellos recién empieza y es posible que sean muchos más de los que por ahora son parte de este estudio.