A lo largo de la entrada de la 8, en el norte de Guayaquil, cientos de vendedores informales, que antes del coronavirus se dispersaban por el centro y norte de la ciudad, se acumulan para trabajar. Venden  en su mayoría mascarillas de tela; limones, manzanas, verduras y otros productos. A un dólar, a 75 y 50 centavos.

La amplia avenida de ese sector popular es el único sitio de la ciudad donde se les permite laborar a los trabajadores informales, de manera libre desde las 06:00 hasta antes del inicio del toque de queda, a las 14:00.

Mely Simbaña, de 40 años, es una de las informales que a las 09:00 de hoy, 27 de marzo, se paseaba con decenas de mascarillas de tela de diferentes colores. Contó que su lugar de trabajo es la bahía, en el centro de la ciudad, y que desde empezó la cuarentena, tras la emergencia sanitaria que vive el país, reresó a a la calle a trabajar.

“He intentado quedarme en casa porque soy consciente de la pandemia, pero yo vivo del día a día. Soy madre soltera y ya me quedé sin ingresos, tengo que trabajar”, detalla. Ella llegó a las 06:00 y dos horas después apenas había vendido dos mascarillas, cada una a un dólar.

Como Simbaña, otros comerciantes cuentan que, al aglomerarse muchos vendedores informales en un mismo punto, la competencia y la poca clientela impide que obtengan ganancias.

“Vine a trabajar aquí porque una amiga me dijo que podríamos laborar, pero con lo que he vendido, sé que solo sacaré para la comida”, contó Silvia Ramírez, quien ofrecía limones y también trabajaba, antes de la emergencia, en el centro de la cuidad.

Ahí, miembros de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional, permanecen todo el día para evitar asaltos a las casas comerciales y que los vendedores informales se amontonen en una misma acera. Esto, como medida de prevención de la propagación del coronavirus.