Subida. El arribo al lado este del cerro Las Cabras es de tipo montañoso. Desde arriba se puede ser todo Durán y parte de Guayaquil.
Subida. El arribo al lado este del cerro Las Cabras es de tipo montañoso. Desde arriba se puede ser todo Durán y parte de Guayaquil.Alex Lima / EXPRESO

Ciclistas desafían el cerro de Durán

El turismo y el deporte se imponen a la imagen de inseguridad y pandemia de microtráfico que golpea a Las Cabras. Aficionados piden programas.

La luz de los faroles del puente de la Unidad Nacional rebota en el agua del río Babahoyo este viernes de junio. No hay punto cardinal que goce la imagen nocturna de este gigante conector de concreto, tanto como la entrada de la Primavera 1, a la altura del denominado “monumento del Pescadito”, que hoy es el escenario que decenas de ciclistas eligen como punto de partida para pasear por las calles de uno de los territorios más peligrosos de la provincia del Guayas, Durán.

Con agua del río llenan los recipientes los moradores de la ciudadela Maldonado, al norte de Durán, porque la distribución no abastece en ocasiones.

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El cantón del cielo inmutable, como decreta su himno, intenta desmarcarse de la imagen que le imponen los hechos de violencia (32 muertes violentas y 19 sicarios capturados a la fecha) y falta de agua con una mirada más turística.

Recorridos de aficionados de la bicicleta en varios puntos del territorio, con una agenda de lugares en las que está incluido el polémico cerro Las Cabras, suman adeptos semanales. Todos ciclistas salmón, que nadan en contra de esa corriente llamada realidad.

Encuentro. Ciclistas de todos los sectores, incluso de Guayaquil, llegan a recorrer Durán.
Encuentro. Ciclistas de todos los sectores, incluso de Guayaquil, llegan a recorrer Durán.Alex Lima / EXPRESO

El culpable de estas jornadas llega al punto con ropa deportiva, casco amarillo con negro, zapatos para la ocasión, la infaltable mascarilla de tiempos de COVID-19, los 65 años que casi no se notan y una tribu compuesta por dos hijos y una mujer, cada uno en su ‘bianchi’. Se llama Gustavo Dalgo y anda en bicicleta desde los 7 años.

Hace 6, llegó con su familia desde la 24 y Calicuchima a vivir a un terreno propio en la Cooperativa 5 de Junio. “Elegí Durán porque hay de todo: espacio para construir, montañas y poco tráfico”, ensalza, como quien olvida la inseguridad y la lucha por llenar los tanques y las cisternas que cada día se viven aquí.

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Además de sus enseres, trajo la tradición de la bici y arrastró consigo al barrio, que, emocionado, empezó a conocer al cantón ferroviario con otros ojos, los ojos del ciclista.

“En casa les aburrió la novela y un día les dije: ‘vamos a pedalear’. Primero se sumó la familia, que ya andaba conmigo en Guayaquil, y luego los chicos del barrio, vecinos, otros grupos ciclistas y así hasta ahora, todos los martes, viernes y domingos salimos a pedalear”, cuenta.

Protagonista. Gustavo Dalgo es el hombre que organiza los recorridos en el cantón.
Protagonista. Gustavo Dalgo es el hombre que organiza los recorridos en el cantón.Alex Lima / EXPRESO

A la rodada de este viernes arriban alrededor de 25 ciclistas. Otra tanda de casi una decena se suma a lo largo del camino. Recorren varios lugares del cantón, algunos de los cuales recuerdan que las administraciones recientes tienen sello socialcristiano.

En los tres malecones conocidos, por ejemplo, se hallan signos de emulación de infraestructura. Es como si Durán quisiese convertirse en Guayaquil, pero con menos presupuesto y más basura, prueba de ello es la rotonda, donde Eloy Alfaro y García Moreno, de plástico, se encuentran al estilo Simón Bolívar y San Martín, en medio de un escenario adoquinado. Fuera de allí, la iluminación es pobre y el aseo mejorable.

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Los ciclistas usan lámparas para su andar nocturno y se abren paso en la vía, porque no tienen espacios exclusivos aún, aunque dice el Cabildo que ya hay proyectos.

Llegando al malecón, los ciclistas hacen un descanso. Ya tienen 25 minutos en el pedal. Hay adolescentes, adultos, adultos mayores, hombres y mujeres. Nadie se queda atrás. Cada miembro tiene responsabilidad con los compañeros, dice orgulloso Gustavo Dalgo.

Otra rutaEl Municipio de Durán planea implementar la llamada Ruta de las Iglesias, que pretende recorrer los templos católicos más importantes, también en bicicleta.

“Durán tiene ciclistas y no hay apoyo. Deberían organizar rutas”, cree. También reconoce que, antes de él, en Durán no había ciclismo urbano. Y cuenta que decidió llamar a su grupo Nueva Generación porque hay sangre nueva al pedal, gente que con él ha avanzado en recorridos a Nobol, Milagro, Yaguachi, el 26 y Taura.

“¿La siguiente parada cuál es?”, pregunta alguien. “La aerovía, donde hubo un muerto hace dos días”, responde otro, medio en broma, pero en serio. La Abel Gilbert, donde está la estación, registró estos días un delito violento cerca del malecón. El microtráfico se lleva almas de muchas formas.

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“Huecoooo”, grita otro más, ya en esa ciudadela, donde se ha levantado la calle en varios tramos por los trabajos de arreglo de vías que se ejecutan en semanas recientes

Nada, sin embargo, como subir Las Cabras. Los ciclistas han avanzado lo suficiente como para tener al frente un sector del cerro conocido como Las Antenas, de camino de tierra, luminarias poco efectivas y una cuesta que hace rendir a muchos y bajarse de la bici con respiración agitada.

“Por aquí no hay hacheros, solo olvido de las autoridades. En campaña aparecen, luego no vuelven”, lamenta Miriam Villacís, una mujer que creció en el cerro, que sigue siendo el mejor lugar del mundo para ella, por la vista y la tranquilidad que ofrece al visitante.

Wilson Inmbaquingo, periodista de Durán, llega a la cima con todos. “Vean, se puede ver todo Durán, Guayaquil, la isla Santay, el puente, el río, es una maravilla de lugar”, graba un video. Es cierto. Una postal que no muchos han tenido la suerte de mirar. Un aspecto del Durán al que aún no pueden tocar la hache y el sicariato, y que grita, desde la perplejidad de sus espectadores, por una oportunidad, un proyecto que explote su turismo.