El ciervo rojo o ciervo europeo fue uno de los animales usados para el estudio.
El ciervo rojo o ciervo europeo fue uno de los animales usados para el estudio.EFE

La evolución adaptativa es más común y rápida en animales silvestres

Los resultados sugieren que algunas especies pueden tener una mayor capacidad de adaptación a los cambios, incluidos los antropogénicos, en un mundo en rápida evolución

El impacto humano está impulsando un cambio ambiental rápido, lo que amenaza a un número creciente de especies, aunque en algunos mamíferos y aves silvestres la evolución adaptativa se produce de media dos veces más rápido de lo que se creía.

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Así lo indica un estudio encabezado por la Universidad Nacional de Australia que aplicó métodos de genética cuantitativa a datos poblacionales de diecinueve especies como gorriones de las hadas en Australia, hienas manchadas en Tanzania, gorriones cantores en Canadá y ciervos rojos en Escocia.

Los resultados sugieren que algunas especies pueden tener una mayor capacidad de adaptación a los cambios, incluidos los antropogénicos, en un mundo en rápida evolución.

La evolución darwiniana es el proceso por el que la selección natural da lugar a cambios genéticos en los rasgos que favorecen la supervivencia y la reproducción de los individuos. El ritmo de la evolución depende fundamentalmente de las diferencias genéticas entre los ejemplares.

La acción humana, desde la conversión de tierras hasta la pérdida de hábitats por el cambio climático, está impulsando un cambio ambiental rápido que pone en riesgo de declive o extinción a un número creciente de especies.

Aunque algunos expertos consideran que la rápida evolución adaptativa podría permitir a ciertas especies persistir a pesar de estos cambios, hasta ahora se desconocía, en gran medida, si esta se podía dar con la rapidez necesaria como para marcar la diferencia.

La tasa de evolución adaptativa viene determinada principalmente por un tipo de varianza genética, la cual determina el papel de la selección natural en los cambios genéticos que propician la capacidad de adaptación de una generación a otra.

El equipo liderado por Timothée Bonnet de la Universidad Nacional de Australia aplicó métodos de genética cuantitativa a datos poblacionales a largo plazo de diecinueve especies de aves y mamíferos silvestres.

Aunque las estimaciones varían entre poblaciones, los datos sugieren que la evolución adaptativa es actualmente común y rápida y que se produce de media al doble de la tasa de las estimaciones anteriores.

Los autores consideran que este ritmo es suficiente para “alterar significativamente la dinámica de la población en unas pocas generaciones”, señala Science.

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El proceso de evolución que describió Darwin “fue increíblemente lento”, recordó Bonnet, pero desde entonces los investigadores han identificado muchos ejemplos de evolución darwiniana que "se producen en pocos años".

El científico se refirió, como ejemplo de evolución rápida, a la polilla de la pimienta, que antes de la revolución industrial en Reino Unido era predominantemente blanca, pero el hollín empezó a dejar marcas negras en árboles y edificios, lo que dio a las polillas negras una ventaja de supervivencia porque era más difícil que los pájaros las detectaran.

"Como el color de las polillas determinaba la probabilidad de supervivencia y se debía a diferencias genéticas, las poblaciones de Inglaterra pasaron a estar dominadas rápidamente por polillas negras", explicó.

Con este estudio es la primera vez que se evalúa sistemáticamente la velocidad de la evolución a gran escala, en lugar de hacerlo de forma puntual, lo que implicó a cuarenta investigadores de veintisiete instituciones científicas.

El equipo recopiló, entre otros datos, cuándo había nacido cada ejemplar estudiado, con quién se había apareado, cuántas crías había tenido y cuándo había muerto,

Estos datos se combinaron con la información genética de cada animal para estimar el alcance de las diferencias genéticas en su capacidad de reproducción dentro de cada población.

Cada uno de estos estudios duró una media de 30 años, lo que proporcionó al equipo la increíble cantidad de 2,6 millones de horas de datos de campo, explicó Bonnet.