Buenavida

Lorena Cordero, la luz detrás de la oscuridad

La vida los escogió para juntarse y ser familia en una curva ascendente de amor y entrega. Lorena, libre irreverente y con un camino propio.

Lorena Cordero, artista visual y diseñadora
En compañía de sus amores infinitos, su esposo Simón Brauer e hijas Rebeca y Nina.Cortesía

Tres causas la fundamentan: Simón Brauer, su compañero, sus adoradas hijas y su carrera que la ha hecho transitar por diferentes aristas del arte visual y del diseño de ropa y accesorios de lujo, un campo en el que se ha destacado también con dos colecciones que hablan de su esencia y propósito de vida.

Simón y ella han vivido la luz y la sombra... Al conocerlo pensó: “Con él es con quien quiero vivirlo todo”, lo que le abrió la puerta a la verdad. “Siempre me he mostrado tal cual soy, con mis altos y bajos y no estoy dispuesta a dejar de ser yo. Con él aprendí a transitar por el enamoramiento intenso y escoger el amor profundo que se lo conoce con los años y las pruebas de vida. Nos entendemos y aceptamos de muchas maneras. El arte ha sido un puente de conexión bellísimo, tenemos un lenguaje en ese mundo, nos reconocemos muchas veces en esa sensibilidad. Él ha sido un apoyo infinito en todos mis proyectos”.

“La adopción es una elección”

Decidida a ser madre optó por la adopción no una sino dos veces: “Soy diabética tipo 1 y un embarazo no era posible por los altos riesgos que implica. El proceso no fue fácil, pero fui bendecida porque pude conocer a mi primera hija Rebeca antes de que se dé la adopción. Fue amor a primera vista, nos abrazamos y se dio una conexión muy especial. El milagro es que fue ella la que tenía que llegar y ser”, cuenta. Y es que ambas se escogieron, fue una alianza de almas como lo que ocurrió 10 años después con Nina, quien acaba de cumplir 12 años.

“Para mi marido y para mí la adopción ha sido una elección. Mis hijas, Rebeca y Nina son mis amores infinitos, mis grandes maestras. Va más allá de la sangre. Cuando conocí a Rebeca tenía 3 meses y nos quedamos pegadas la una a la otra ¡No dejaba de pensar en ella! Y cuando finalmente la pude tener conmigo -seis meses después-, todo cambió por completo. Me trajo aire y vida en un momento muy difícil. ¡Fue mágico! Fui mamá de la noche a la mañana y el amor cobró otro sentido, ahora mi hija estaba primero. Y Nina llegó a nuestro hogar desde el día de su nacimiento cuando la habíamos buscado nueve meses antes -¡justo el tiempo de un embarazo!-. Recibí una llamada de su madrina y me dijo cómo y dónde encontrarla. Desde que nació estamos juntas. Es nuestro fueguito”.

Lorena considera que la maternidad es el reto más profundo de la vida, en el que la libertad de ser es fundamental en la formación de sus hijas. Su madre, dice, hizo lo mismo por ella y se lo agradece profundamente: “Por mucho que repita a mis hijas lo que podría ser mejor, ellas tendrán que caerse y aprender por sí mismas. Es doloroso y bello a la vez. Cuando las veo en sus crisis de aprendizaje, me traspasa la piel y no dejo de aprender también. Ser madre para mí es ser guía, siempre alerta. Es ser compañera, es no juzgar sino aceptar. Es infinito. No somos una familia convencional y eso me gusta, todos somos hipersensibles y fosforitos ¡hay fuego! pero con una conexión de almas en todo sentido”.

Lorena Cordero, artista visual y diseñadora
'La mujer que habito' es el libro que publicará próximamente.Cortesía

La mujer que habito

Más caos que orden, la artista, hermana de la dramaturga y escritora Viviana Cordero y del cineasta Sebastián Cordero, ha marcado sus espacios y horizontes con el arte como parte sustancial de su ADN. Vivir en la capital francesa desde niña y ser parte de una familia de destacados artistas desarrollaron en ella un particular lenguaje de comunicación a través de la imagen y el diseño, lo que ha definido su ruta los últimos 20 años. “En París se respira arte en cada esquina y la imagen es una religión, lo que me generó una especial atracción a la estética”.

Su delicada salud (diabetes tipo 1) no facilitó que finalice sus estudios de arte en Parsons (Nueva York), y en París. No obstante, la irreverencia con la que ha conducido su vida es lo que le ha hecho romper estructuras a lo largo del tiempo, sostenida a un pensamiento auténticamente asumido.

“La verdad es que siempre me he peleado con los límites y mis propuestas artísticas y de vida van de la mano. Lucho contra la máscara, para dejar salir la verdad por muy oscura que sea. En mis series fotográficas, trabajo desde lo profundo de las emociones para llegar a esa verdad”. Su libro ‘Laberinto en el espejo’ contiene diferentes series -Érase una vez, Ego y Ánima-, con impactantes imágenes que descargan fuertes emociones.

Lo mismo ocurre en sus diseños de ropa y accesorios de lujo, que traducen su esencia de una manera diáfana. Sus colecciones La Mujer que Habito y Metamorfosis, trabajadas junto a su socia, la vestuarista y fashion designer Kari Dávila, quien también aportó en el vestuario de la serie fotográfica ‘Aura’, forma parte del libro que Lorena publicará próximamente bajo el título ‘La mujer que habito’.

“En él trabajo sobre las reinas de todos los tiempos y diosas de diferentes creencias, mujeres que, luego de años de trabajo, siento que me habitan. Por eso surgió la primera colección de ropa que tiene el mismo nombre. Para mí, la luz está detrás de la oscuridad y es necesario atravesarla. Mi marca de ropa y accesorios se basa en el mismo principio.Yo propongo atreverse a mirarse en el espejo sin juzgarse, más allá del miedo para descubrir la propia esencia y vestirse de ello”.

  • Cara a cara

  • ¿Qué espera de sus hijas?

Que sean felices, que se encuentren a sí mismas, que se amen y se respeten, que sean verdaderas y no se autotraicionen.

  • ¿Qué es la felicidad?

Ser feliz es ser yo misma.

  •  ¿Cómo vive su vida?

Con honestidad. No tengo un carácter fácil, sin embargo busco ser empática. No busco ‘pretender’.

  • Ha transitado por la muerte varias veces... 

La muerte de mi padre a los 10 años despegó mi diabetes. Con la partida de mi hermano Juan Esteban sentí un dolor que me rompía todo y el cáncer que se llevó a mi madre, me destrozó. Pero la muerte madura, te hace estar más presente y enfrentar la vida con más claridad. La muerte es la prueba de aceptación más grande y la creación ha sido mi salvación.