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El deceso de un ser querido, abórdelo con tacto

Hábleles siempre con la verdad. Cada niño es único, y su capacidad de reacción ante esa pérdida, va a depender, principalmente, de su temperamento.

Una madre consuela a su hija
Los padres o un adulto son el mejor soporte para un niño ante la pérdida de un ser querido.Shutterstock

Si el dolor que genera la pérdida de un ser querido es tan difícil de afrontar en los adultos, imagínese en un niño. Tenga presente que ellos no suelen manifestar el dolor y la tristeza como lo hacen los mayores.

Ellos pueden expresar esos sentimientos a través de cambios del carácter, irritabilidad o problemas en su rendimiento escolar. Entre los 3 y 4 años no suelen comprender su significado, y a los 4 la muerte es algo similar al sueño, no la asocian con algo definitivo; sin embargo, produce mucho dolor y tristeza en el infante.

A partir de los 7 y 8 años viven la pérdida de forma muy similar a los adultos, pero perciben el paso del tiempo de forma diferente, por lo que las etapas del duelo suelen pasar más rápidamente, manifiesta la terapeuta familiar Karina González de Cucalón (www.127balancing.com).

Por eso, aunque sea doloroso, hay que buscar un lugar tranquilo y sin interrupciones para contarles lo que ha pasado. Hay que hacerlos participar (si así lo quieren), al igual que a los demás miembros de la familia, en el proceso de despedida y duelo. Y recordar que sus reacciones van a depender de su temperamento, enfatiza la especialista, quien comparte estos consejos.

  • 1. Dele seguridad. Busque un sitio tranquilo y sin interrupciones para contarle lo que ha pasado. Deje que exprese lo que desee, pero sin forzarlo. Si quien ha muerto es uno de sus padres, es normal que uno de sus principales miedos sea perder al otro. Por eso abrácelo, dele cariño y transmítale seguridad. Hágale saber que cuando quiera desahogarse puede contar con usted.

  • 2. Dígale la verdad y háblele con palabras sencillas. En estos momentos los niños conocen que las personas nacen y también mueren, por eso es necesario atender sus preguntas y explicarles cómo se ha producido la muerte, si necesita saberlo. Evite expresiones como “se ha ido de viaje” y comportarse como si nada hubiese pasado. Esa actitud no va a mejorar la situación. Tampoco se resista a usar palabras como “muerte” o “morir”.

  • 3. Anímelo a compartir su dolor. Evite expresiones como “no llores”, “tranquilo, todo pasara”... Permita que el niño exprese sus sentimientos y no lo presione diciéndole “si quieres llorar llora” o “estoy preocupado por cómo te sientes”. Cada niño o niña tendrá su momento para expresar su dolor y quizás eso no se dé durante el sepelio o la despedida.

  • 4. Sin sentimientos de culpa. Despójelo de cualquier sentimiento de culpa que aparezca, por ejemplo, si recuerda algún mal comportamiento que tuvo con el fallecido. Y más adelante no utilice el dolor de esta pérdida como un chantaje emocional para conseguir que el niño se porte bien, coma o estudie.

  • 5. Deje que se despida. Permita que el niño, si así es su deseo, participe en la despedida de su ser querido: asistir al sepelio, la misa, poner una flor o un dibujo, encender una vela... Participar en el entierro u otros actos le ayudará a comprender qué es la muerte y a despedirse.

  • 6. ¿Quiere ver a la persona fallecida en el féretro? Permita que lo haga en compañía de un adulto. Quizás en ese momento llore al enfrentarse con la realidad, o quizás no, y con ayuda pueda decir unas palabras amorosas de despedida.

Una abuela junto a su nieta revisan un álbum de fotos
Ver las fotografías del ser querido que falleció puede ser positivo para el niño.internet

Y después...

  • Procurar respetar los horarios de sueño, alimentación y otras normas que existían antes de la muerte del ser querido. Continuar con ciertas actividades regulares le da equilibrio emocional al niño.

  • Los días posteriores al sepelio permitir que los niños también participen de las oraciones que realice la familia. Es una forma terapéutica de expresar el dolor, amor y aceptación ante la pérdida.

  • Es preferible esperar unos cuantos días para que la familia se estabilice antes de retomar actividades habituales como ir al colegio, el curso de guitarra o fútbol. Por eso, la ayuda y comprensión de los profesores es fundamental.

  • Recuerde los buenos momentos. Es positivo continuar hablando con naturalidad del ser querido que se ha ido y sacar a colación los buenos momentos que pasaron junto a él o ella. Hable de la persona en cuestión siempre en positivo y procure responder, sin esquivar, todas las preguntas que el niño le haga.

  • Si usted quiere ver los álbumes de fotos, videos de viajes, libros, alguna carta o escuchar las canciones que al extinto le gustaban, hágalo; siempre y cuando sea para compartir de forma positiva esos recuerdos. Pero si eso le produce más dolor angustia, desesperación y ganas de llorar, no lo haga, pues no le permite sanar sino que empeora la situación.

Recuerde que los niños aprenderán a sentir y expresar el dolor de la forma en que el adulto viva su proceso de duelo, por eso usted predique con el ejemplo.

Karina González de Cucalón, especialista en Bienestar familiar y corporativo

Señales de alerta

Observe el comportamiento del menor y si estas manifestaciones  se prolongan por mucho tiempo busque ayuda profesional.

  • Llanto frecuente, no quiere comer y se siente culpable. Enojo, rabietas y pataletas.

  • Muestra un comportamiento más infantil de lo habitual (se orina por la noche, hay que ayudarlo a comer y vestirse, utiliza el lenguaje de un bebé o se comporta como tal).

  • Pérdida de interés por las actividades habituales.

  • No duerme bien (insomnio, pesadillas, terrores nocturnos...). Miedo a quedarse solo.

  • Bajo rendimiento escolar, falta a clases, no cumple con las tareas, tiene dificultad para concentrarse.