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Actividades. En la casa museo se dictan talleres de escultura y pintura.Freddy Inga / EXPRESO

Una casa que se transformó en museo

El hogar de los Salinas Ochoa se volvió un destino del turismo lojano Exhibe pintura, escultura y arte del desecho

En algún momento, la vivienda ubicada en la esquina de las calles Inés Jiménez y Rumiñahui era parte del paisaje urbano modesto que impera en el barrio Miraflores Bajo, del sector oeste de Loja. Pero ya no lo es más. Ahora destaca del resto. Es un museo y centro cultural, aunque sus habitantes nunca la hayan dejado.

Gente que nació en el lugar y que por sobre todas las cosas, creció. Los Salinas Ochoa son seis hermanos y están vinculados con el arte. Algo que se evidencia sin necesidad de ingresar a los patios interiores. Unas margaritas florecen dentro de una llanta lisa pintada de colores en la entrada. Cerca, un enorme pájaro recreado con trozos de cerámicos.

Nada más atravesar los portones que separan el patio interior con la calle, es posible determinar que el hogar que les heredó Ángel Vidal Salinas y María Luisa Ochoa a sus hijos ya es otra cosa. Ahora se llama Ñaño Casa Museo.

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Ellos tampoco son los mismos. “En este hogar vivimos seis artistas”, dice Aquiles, uno de los hermanos Salinas Ochoa. “Además de Boris, mi otro hermano, están sus hijos Gabriel y Natalia; su esposa, Omaira Zúñiga, y una nuera. Todos creamos”. Mientras unos son escultores y ceramistas, los otros son diseñadores gráficos o pintores.

En algún momento hace 17 años aquel lugar comenzó a dejar de ser lo que hasta entonces era: una casa de las comunes del barrio Miraflores. Hace poco, Boris describió ese proceso de transformación. “Empezó siendo un cuarto pequeño y una cocinita”. Los seis hermanos dormían en una misma cama. Su madre era comerciante y generaba gran parte del dinero que se utilizó para ampliar la casa. El padre de familia, para entonces, ya había fallecido.

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Jardines. En el lugar hay una enorme colección de plantas.Freddy Inga / EXPRESO

Ante esta realidad, Boris y su hermano Aquiles decidieron hacer mejoras al inmueble para que cada vez que María Luisa regresase al hogar se encontrase con algo mejor.

A partir de los arreglos con que los hermanos hacían a la madre, el sitio también se fue expandiendo. Pronto hubo un jardín que fueron llenando de plantas nativas y rocas que iban recogiendo de los bosques cercanos. “Tenemos 400 cactus”, dice Aquiles. “Plantas diminutas, hasta un árbol de cabuya que mide ocho metros”.

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Tanto Aquiles como Boris estudiaron artes, también Gabriel y Natalia. Parte de sus creaciones están distribuidas en el lugar, junto a objetos artes o arte del reciclado.

Están en los baños, en las paredes internas de la vivienda o en los pisos, donde hay mosaicos multicolores elaborados con pedazos de cerámica que han sido suavizados por el torrente del Zamora.

Es un museo de arte contemporánea, pero también un hábitat natural. Es además un centro cultural, donde cada cierto tiempo se programan eventos. “Desde la presentación de poemarios, hasta ceremonias andinas”, dice Aquiles.

El sitio está distribuido en cuatro jardines, una biblioteca especializada, además de dos galerías, una de pintura, y la otra de diseño, escultura y cerámica. María Luisa, la madre, falleció hace siete años, pero en la casa sigue vigente como la razón de ser de este lugar que nació como un homenaje a su alegría.