Hecho. El canal, que emana olores desagradables, genera molestias a los vecinos desde hace casi tres décadas.

La zanja que pone en jaque a dos vecindarios del norte

Por el lugar corren aguas negras que afectan a la 6ª etapa de la Alborada y Urdenor 1. Hay mal olor y basura. El entorno es desolado, oscuro e inseguro.

No es la primera vez que se quejan, ni que hacen un llamado a las autoridades para que estas den fin a su malestar. Entre la 6ª etapa de la Alborada y la ciudadela Urdenor 1 existe un amplio sendero de árboles frondosos que bien podría ser un atractivo turístico, de no ser por ese extenso canal de aguas lluvias que se ubica en su interior y está repleto de aguas negras que emanan olores putrefactos, a decir de sus habitantes, desde hace más de treinta años.

Walter Jaramillo, quien reside ahí desde que tiene uso de razón, relata lo difícil que le ha resultado vivir en ese ambiente: no puedo comer y a veces ni dormir. El hedor es tan fuerte que pese a que hay un espacio para correr y caminar cerca de la zanja, la gente se abstiene. Resulta imposible abrir las ventanas de casa, sobre todo al mediodía cuando el sol es intenso y la pestilencia se torna más fuerte, lamenta.

Para los moradores, la situación es tan compleja que incluso la comparan con el malestar que las lagunas de oxidación de Guayacanes generan en sus alrededores. “Sé que allá la fetidez causa hasta dolores de cabeza. Acá no llegamos a ese extremo y tampoco queremos hacerlo”, dice Laura Quiñónez, de Urdenor 1, quien se queja además de que el canal, que descarga sus aguas en el estero Salado, suele arrastrar botellas, fundas, sorbetes, cáscaras de frutas y hasta pañales.

Para ella, la basura y la contaminación de las aguas han alejado del entorno a las iguanas y tortugas que hasta hace cinco años antes nadaban por el conducto. Ahora apenas se ve una que otra garza en la orilla, explica, al hacer hincapié en las veces que el barrio ha exigido (mediante oficios y cadenas públicas, como las impulsadas hoy en Twitter) soluciones al Municipio e Interagua, ente a cargo del control del ducto.

Los residentes, que barajan una serie de reparos respecto al tema, consideran oportuno remodelar el terreno cercano a la zanja con un parque lineal que les permita preservar la fauna; además de construir un ducto cajón, que desde ya ha sido descartado por Interagua.

Para la concesionaria, la obra no tiene cabida porque de tapar el canal “se afectaría la escorrentía de las aguas lluvias del entorno, lo que resultaría atentatorio contra el medio ambiente”. Además, precisa Ilfn Florsheim, vocera del consorcio, para construirla se necesitaría de la aprobación del Cabildo: los ductos no se construyen porque sí, sino por una necesidad de ampliar vías o desarrollos urbanísticos.

Respecto a la fetidez, el departamento de Ambiente municipal se ha comprometido a realizar inspecciones, a través de Interagua, a lo largo del canal para verificar si está recibiendo descargas ilegales industriales o domésticas. Si se confirma que las hay, habrá entonces sanciones, adelanta.

No obstante, Florsheim apunta más a que los olores sean provocados por la basura que ahí se lanza. “Tenemos un plan de limpieza que se cumple anualmente. Si persisten los olores es porque las personas están incumpliendo las ordenanzas sobre manejo de canales de aguas lluvias”. Habrá que verificarlo, argumenta.

Desde hace dos semanas este es el panorama en un tramo del canal. Una especie de cascada cae en la zanja. El agua, aparentemente limpia, brota de una alcantarilla. Los moradores han denunciado esta situación a Interagua, pero sigue sin ser solucionada.

Los vecinos no se sienten protegidos

En los alrededores de la zanja, precisamente donde los vecinos piden construir un parque, los árboles se han convertido en escondite de ladrones y las banquetas que allí se encuentran en camas de indigentes y adictos.

Los residentes aseguran que a diario les roban, pese a los patrullajes policiales, y que en más de una ocasión les han dejado “botado un muerto”. Además, pasadas las 20:00, los residentes han sido testigos de cómo se llevan las llantas, los espejos de los autos y hasta las placas.

El lugar está abandonado. Y en ciertos tramos, de hecho, luce completamente desolado. No hay luminarias suficientes. “Nadie apuesta por nosotros”, denuncian.