Sangre en las carreteras
A la serie de acontecimientos dolorosos que ahogan la tranquilidad del país, esto es, la inseguridad en la frontera norte como consecuencia de la presencia de la narcoguerrilla de las FARC; y la delincuencia desatada en todas las latitudes de la patria, con la práctica de asesinatos, violaciones, trata de personas, crimen organizado, hay que sumarle la sangre inocente que se derrama diariamente en todas las carreteras del país debido a los accidentes de tránsito que llenan de dolor a centenares de hogares ecuatorianos.
Los accidentes de tránsito son una consecuencia de la falta de educación vial, de la suigéneris manera de ser de los conductores de vehículos motorizados, que manejan a exceso de velocidad, con llantas lisas, hablando por teléfono celular mientras conducen, todo lo cual evidencia el ningún respeto que se tiene en este país por la vida de nuestros semejantes.
Nuestra idiosincrasia es tan atípica que creemos que todos estos problemas se solucionan mediante la imposición de penas más fuertes, de multas, restándole puntos a los conductores, sin tomar en cuenta que este, como otros asuntos penales, no se resuelve ni con leyes, ni con reglamentos, ni con endurecimiento de penas, ni abriendo más cárceles para los infractores. Los accidentes de tránsito son culposos, es decir que quien los comete no tiene la intención de causar daño a nadie; y que si este daño llega a producirse, es como resultado de la negligencia, de la impericia, de la falta de previsión o de incumplimiento de leyes y reglamentos por parte de los conductores. De tal manera que si no hay en el país una verdadera política para hacer que todos respetemos las leyes de tránsito, sin pensar en la pena a imponérsenos, no vamos a obtener ningún resultado positivo.
Hay que hacer conciencia en la ciudadanía de que las leyes de tránsito son para prevenir, antes que para reprimir. Pero esto solamente podrá aprenderse cuando dejemos de creernos que somos dueños de la verdad y que por eso hacemos lo que nos place, aun al atentar contra la vida de nuestros semejantes.