Que al menos por la temporada festiva, Dios les haga “el milagrito”. Esa es la esperanza de una veintena de comerciantes de imágenes de la calle Rocafuerte, en el centro histórico de la ciudad.

Isabel de Silva, propietaria de El Prado, negocio que abrió sus puertas hace setenta años, indica que las dos semanas previas a la festividad fueron las únicas con algo de movimiento económico en todo el año, pero que los temores surgidos a raíz de las nuevas restricciones nuevamente han frenado el interés de los compradores.

“Nosotros abrimos en octubre recién, porque igual temíamos a los contagios, pero ha sido muy duro. Este año no se vendieron ni las confecciones por las fiestas de Quito, ni por la Semana Santa, ni por la temporada de las Vírgenes. Solo nos quedaron los Niños”.

Sin embargo, producto de la pandemia, hasta la “moda” de las imágenes de Jesús ha cambiado, pues si antes la mayoría de las familias adquiría vestidos y capas, este año se ha afincado la vestimenta por profesión. Así lo explica Jefferson Flacón, administrador de Creaciones Sandrita.

“Siempre hay gente que quiere al Niño vestido de la profesión del papá o la mamá, pero este año la demanda ha subido mucho. Lo que más sale es el uniforme de policía o militar, y también de médico, enfermera y hasta auxiliar de enfermería”, comentó.

Con él concuerda Jenny Hidalgo, una de las cinco trabajadoras de Creaciones Glenda, quien indica que si bien el negocio siempre se ha adaptado a los requerimientos del cliente, para esta Navidad esos pedidos se han duplicado.

“Normalmente tenemos producción propia, según lo que está en tendencia, y es lo que la gente lleva, pero este año tenemos muchos pedidos hechos a medida. Lo que más están pidiendo son uniformes de policías y también de médicos. La fe de que sus familiares estén bien, pese a estar en la primera línea, es lo único que no abandonan”, señalo.

Pese a las breves semanas de movimiento en este sector comercial, la pandemia ha representado una fuerte afectación a sus ventas, reduciéndolas en un 80 %.

Para recuperarse han tenido que bajar los precios y adaptarse a las reducidas capacidades adquisitivas de sus clientes.

“Normalmente, en Navidad, aun los que menos tienen tratan de comprarle un traje elegante al Niño, para las misas y los pases. El costo siempre depende de la tela y el trabajo de bordado. Pero ahora las personas están buscando lo más económico”, dijo Isabel de Silva.

Ese es el Niño número 8, una imagen pequeña, principalmente de yeso, cuyo valor promedio es de $ 24. Así lo explica Flacón. “Tenemos niños de hasta $ 70 en fibra de vidrio y $ 50 en yeso, pero la gente está tratando de gastar menos, no solo en la ropa, sino hasta en el mismo Niño”, señaló.