Los espacios serios y de entretenimiento de la televisión nacional, de redes sociales, del deporte y de otros ámbitos con exposición mediática se han convertido en las últimas décadas en un banco de potenciales candidatos para las elecciones de turno, como hace 20 años, cuando la cantante y actriz Silvana Ibarra llegaba al otrora Congreso, de la mano del roldosismo.

En julio y agosto pasados, los anuncios de precandidaturas que involucraban a actrices, presentadores de televisión y personajes populares de audiencias locales de internet se viralizaron y generaron reacciones en Twitter, TikTok e Instagram. Una gran parte de esos comentarios cuestionaban a los aspirantes. Tras ese tsunami de señalamientos, varios desistieron de su posible candidatura, como el periodista José Delgado, el tiktoker Joshua López (conocido como Pelado H) y el presentador de televisión Eduardo Andrade. Este último argumentó que se reactivaron proyectos laborales.

A esas renuncias, que en su conjunto podrían considerarse como un evento sui géneris, se las podría mencionar como un despertar social, opina Alfonso Oramas Gross, analista político.

“Fue muy persistente el rechazo ciudadano cuando se ha conocido una posible candidatura desde esas esferas, el que estén tratando de incursionar en política sin haber demostrado anteriormente mayor ejecutoría y conocimiento sobre el tema”, apunta Oramas Gross.

Más allá de si hay un mea culpa en los candidatos, el analista cree que la idea generalizada en la opinión pública de que esas postulaciones carecen de valor fue asimilada por las dirigencias de las organizaciones políticas, que reconocen el papel clave de las redes sociales en la penetración de las audiencias, conformadas por potenciales electores jóvenes.

“En estos tiempos la opinión en las redes es importante. Esas son herramientas fundamentales para las organizaciones políticas, que antes no se valoraban”, comenta.

El hastío de una parte de los futuros electores se podría graficar con la imagen de una olla de presión a una alta temperatura, por los problemas políticos, económicos y sociales que se han acumulado en estos años, refiere Teodoro Bustamante, docente en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso).

“Hay una especie de desencanto social del sistema político (...). Estamos en un momento especial. Nos ha tocado pasar cosas duras. La pandemia, por ejemplo. Entonces la gente está menos dispuesta a fantasear sobre lo que en política se puede hacer. Dicen: ‘Usted es cantante, pues siga cantando y no se dedique a otra cosa’”, analiza Bustamante, quien considera que las organizaciones políticas o aspirantes han intentado sin frutos transferir sus habilidades por las que han trascendido a otros ámbitos, como el político.

La desazón social sobre la política también se ha evidenciado por la desconexión de algunos funcionarios con los ciudadanos que les dieron su voto. Por ejemplo, en un sinnúmero de temas, este Diario ha intentado obtener respuestas de aquellos concejales que surgieron de la televisión y que ahora buscan la reelección, pero evaden las preguntas, como Jorge Rodríguez y Úrsula Strenge. Andrés Guschmer, en cambio, buscará la Prefectura.

Julieta Herrería, docente de Administración Pública en la Universidad Casa Grande, explica que las organizaciones políticas siguen apelando a este tipo de cuadros para conectarse con los sentimientos del votante, “porque simpatizan con él, porque en su discurso encuentran algo que se relaciona a su vida, porque habla bien, porque le parece atractivo, etc.”.

La especialista añade que si bien muchos profesionales del Derecho y del Periodismo compaginan con un perfil político adecuado, la falta de experiencia en administración y políticas públicas le pasará la factura a futuro al candidato electo.

“La experiencia permite no equivocarse y administrar de la mejor manera los recursos que son públicos”, puntualiza.