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México: la luz llega a los pueblos

La electricidad, un cambio radical para el autoestima de los habitantes más pobres y olvidados de este país. Ahora mejoran sus condiciones de vida

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Un grupo de técnicos instalando paneles solares en la comunidad Río del Sol, municipio San Juan Guichicovi, Oaxaca (México). EFE/ Ginnette Riquelme

Los mexicanos Georgina Beltrán y su esposo, Abraham Ramírez, superan los 60 años y por primera vez en su vida pueden escuchar música y disfrutar películas juntos, e incluso verse las caras antes de acostarse. Gracias a un panel solar, la electricidad llegó a su vida y a sus casas.

Me siento muy feliz porque ahora sí convivimos los dos escuchando música, viendo películas. Podemos pasar más tiempo juntos”, relata Georgina, sentada junto a su marido y a su hija Natalia.

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Esto gracias al proyecto Luces de Esperanza, de Iberdrola México, que proveyó de acceso a energía a 100 hogares de su comunidad, ubicada en el sureño estado de Oaxaca, uno de los más pobres del país. Río del Sol es una pequeña comunidad del municipio de San Juan Guichicovi.

Allí, la mayoría de los vecinos, que viven en casas de adobe o de madera -algunas de las cuales solo tienen acceso cruzando un río a pie- se dedica a la agricultura, principalmente al maíz y al café.

Mientras que muchas de las mujeres son bordadoras de textiles que luego usan o venden a sus vecinas o en mercados de la región.

Georgina, Abraham y Natalia viven en una pequeña vivienda de adobe, cuyo interior contiene solo lo imprescindible: catres para dormir, hamacas, sillas, alguna herramienta de trabajo y varias mesitas.

Pero desde agosto también tienen un televisor con reproductor de DVD y un altavoz para escuchar música.

Abraham le da al ‘play’ y se sienta en la cama a disfrutar de las canciones. Mientras Georgina y Natalia caminan hacia la cocina y encienden una bombilla. Esa bombilla es una de las cuatro con las que cuentan, junto con dos contactos dobles donde pueden enchufar diversos aparatos.

A un costado de la vivienda hay un panel fotovoltaico que les da la energía necesaria.

“Gracias a la empresa que los ayudó están mucho mejor. Mi papá siente muchas ganas de llorar de agradecimiento”, explica Natalia, traduciendo las palabras de su padre, quien solo habla mixe.

Luces de Esperanza se puso en marcha en noviembre de 2019 en el céntrico estado de San Luis Potosí y “gracias a su éxito” en diciembre de 2020 se extendió a Oaxaca, cuenta Diana Binissa Ríos, del área de gestión de activos de Iberdrola México.

“El objetivo de Luces de Esperanza es satisfacer necesidades energéticas de las localidades que no cuentan con este servicio. Y, además, contribuir al desarrollo de las comunidades”, añadió Ríos.

Con el programa se espera beneficiar a 12.000 personas y para ello se destinarán hasta 2024 unos 80 millones de pesos (cerca de 4 millones de dólares).

Además, desde un inicio se asociaron con la empresa social Iluméxico. “La naturaleza de Iluméxico es acercar energía a todas estas zonas y familias que no tenían luz. Ambos (Iberdrola e Iluméxico) vemos la energía como un detonante de desarrollo”, comparte con Efe Marisol del Campo, directora comercial de Iluméxico.

Para ella, la unión resultó “lógica”, puesto que Iberdrola “tiene un brazo social muy fuerte en las comunidades donde tiene sus instalaciones” y la empresa busca identificar las necesidades de la gente y detonar desarrollo.

En Oaxaca vieron que había familias que no tenían luz e Iluméxico llevaba 12 años trabajando con comunidades que tienen este problema para dar soluciones.

En Río del Sol terminó la instalación de los paneles solares en agosto de 2021, y desde entonces 100 hogares cuentan con electricidad.

Como Georgina y Abraham, Rosalino Isidro y Elvia Leonardo -de 68 y 67 años- han cambiado sus rutinas.

Bajo la sombra del panel solar relatan que ya no tienen miedo en las noches, ya que cuentan con iluminación.

“Nos daba un poco de miedo salir por las noches, era todo oscuro, y ahora es muy diferente. Tenemos más confianza de quedarnos más tiempo acá (fuera de la vivienda, también hecha de adobe y con techo de lámina), salimos y vamos a visitar a nuestra vecina”, contaron.

Elvia tiene ahora un teléfono móvil que puede cargar. Antes lo tenía que llevar al pueblo más cercano, El Zacatal. Pero desde agosto puede tumbarse en su cama y leer la Biblia o escuchar himnos cristianos, afirma contenta.

Ellos también tienen una bocina (altavoz), como uno de los hijos de Abraham y Georgina, Cándido, quien vive cerca de sus padres en una vivienda de madera con su esposa, Ana Cristina.

Él es agricultor y ella borda, trabajo que ahora puede hacer en la noche. Cándido explica que antes, cuando oscurecía, debían estar ya en casa. “Usábamos lámparas de mano, de batería (pilas)”, agrega.