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Las hordas patrullan Quito palo en mano

Mientras la Asamblea pierde el tiempo y hay correístas que piden sangre, la estrategia del terror vuelve sobre la capital. Octubre de 2019 se repite. 

Paro nacional
Violencia. Leonidas Iza insiste en que los manifestantes son pacíficos. Lo cierto es que cada uno de ellos carga un palo.Gustavo Guamán / EXPRESO

Día de verborrea

En el momento más surrealista de la sesión parlamentaria de este lunes, Andrés Madrid proclamó la defensa del Estado de Derecho y acusó al presidente Guillermo Lasso de atentar contra la estabilidad democrática. ¿Quién diablos es Andrés Madrid? El secretario de la Casa de la Cultura y coautor, con Leonidas Iza, del libro ‘Estallido’, donde se defiende la violencia sagrada de los pueblos como mecanismo legítimo para echar abajo la democracia burguesa e instaurar el comunismo indoamericano. La contradicción pasó inadvertida para el Pleno de la Asamblea: aquí nadie lee libros.

Sólo el parlamento ecuatoriano es capaz de debatir durante cuatro horas sobre un decreto que no existe y terminar volcando toda esa verborrea en una resolución de ocho artículos que no sirve para nada: “Rechazar”, “Exigir”, “Exhortar”, “Conminar”... Verbos intimidantes escritos todos en infinitivo, que es como no hacen daño a nadie. Quizás el día en que la Asamblea aprenda a conjugar verbos, cambiará el país.

Por lo demás, gracias a la sinceridad del correísta Juan Cristóbal Lloret, quedó claro el objetivo verdadero de todo este tinglado: provocar una conmoción social, invocar el artículo 130 de la Constitución y tumbar al presidente. De las diez demandas del paro nacional, ni una palabra.

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La consigna es el miedo

Ha vuelto a empezar. Piquetes de campesinos o lumpemproletarios, grupos de veinte circulando a pie o en camionetas, armados todos con palos, cubiertos con capuchas o pañuelos, patrullan las calles de la capital. A su paso, los comerciantes cierran las puertas de sus negocios, los conductores paralizan la marcha de sus vehículos, los peatones miran para otro lado. No parecen ir a ningún lugar concreto. Simplemente dan vueltas por aquí y por allá, reproduciendo los movimientos brownianos de las moscas. “¡Miedo, miedo, miedo!” coreaban los manifestantes en un video que circuló la noche de este lunes. La consigna es clara y se cumple a rajatabla. Octubre de 2019 se repite.

Mientras tanto, Leonidas Iza publica un mensaje extemporáneo que nadie toma en serio: “No podemos deslegitimar nuestras luchas -dice-, no podemos confundir con el vandalismo”. Su pedido de dar “paso libre para todos los trabajadores de la salud, ambulancias, enfermos”, es una tácita aceptación de que, hasta este momento, los mantenían bloqueados. Y, de cualquier manera, nadie le hace caso. “No dejemos una imagen como pretenden posicionar”, declara cínicamente: “A eliminar cualquier vicio que pretendan confundir con violencia”. ¿Quién podría confundir un piquete de garroteros con violencia?

Jhajaira pide sangre

“Policías realizan operativo en contra de ciudadanos. Dos jóvenes fueron lanzados a la quebrada sufriendo fracturas múltiples”: así, con descaro y evidentes intenciones incendiarias, miente en el Twitter la legisladora correísta Jhajaira Urresta. Uno se imagina a los SS, con la Luger en la mano, arrinconando a los fugitivos en el borde del abismo y empujándolos hacia el fondo con una carcajada siniestra de maldad pura. ¿Como más pueden ser dos jóvenes “lanzados a la quebrada”? Lo cierto es que hasta los organismos de derechos humanos más afines a la causa política de la Conaie informan que “se cayeron”.

Jhajaira Urresta perdió un ojo en las manifestaciones de octubre de 2019. Esa desgracia la llevó a la Asamblea, donde su condición de víctima la provee de un halo de intangibilidad casi sagrada. Como legisladora es incapaz de hilvanar una idea con otra. “Lo digo para que quede en instancia”, declara. “Hay organizaciones sicariatas”, denuncia. “¿Cómo recaemos en la persuasión de la Policía?”, pregunta. No se entiende la mitad de lo que dice. Pero con cada manifestante herido, su figura crece. Nunca se había visto un político ecuatoriano que cultive con tanta devoción la sangre del prójimo.

Alfonsina Ponguillo

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