Ambiente. Cerca de las 10:00, la zona comercial de La Garzota se activa. Con ello, también la cantidad de tráfico vehicular  prolifera y dificulta la movilidad peatonal.

La Garzota, menos comercio y mejores areas para el residente

Expertos del sector proponen transformar su barrio. Insisten en potenciar los espacios públicos y en conectar las áreas verdes a través de ciclovías.

Dice el último recuento del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) que La Garzota tiene 7.208 habitantes. Más o menos el mismo número de vehículos que circulan en horas pico por las arterias principales de esa ciudadela. Es que el comercio, empresas y la cantidad de entidades de servicio allí asentadas la han vuelto así: bulliciosa y altamente transitada, comenta la arquitecta y residente del sector Karina Samaniego.

Según un reportaje publicado por este Diario en 2018, son al menos 5.800 vehículos los que circulan en horas pico por la avenida Guillermo Pareja. Si se suma los 1.300 que ruedan por la mañana en la Agustín Freire habría que decir que hay tantos carros como residentes.

Quienes viven en La Garzota, y además tienen ojo crítico profesional, saben bien qué mal aqueja a su sector, pero también conocen la fórmula para mejorar este vecindario continuo a la ciudadela la Alborada.

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“Cuando uno va a comprar una casa lo primero que piensa es en la familia, en darle un lugar de paz, de recreación... En La Garzota, la invasión comercial ha ido mermando esos beneficios. (...) No se planificó esa situación”, señala el urbanista y líder barrial León Samaniego, padre de Karina. Como resultado, continúa, hay congestionamiento vehicular, inseguridad y ruido que, asegura, intranquiliza al vecindario.

La solución, según el experto residente de la etapa I de La Garzota, es que se potencie el liderazgo del sector para exigir a la autoridad el mejoramiento de áreas verdes y sitios de esparcimientos familiar, de la mano con un control de la expansión comercial. “El Municipio debe recordar que esta ciudadela fue construida como residencial. Las avenidas principales están destinadas al comercio, pero al parecer está fallando el control porque al interior de La Garzota se ven negocios”, afirma.

Una percepción similar tiene el arquitecto y exdocente de la Universidad de Guayaquil, Francisco Andrade. “El comercio está absorbiendo algunos sectores residenciales de La Garzota. Además, el tráfico vehicular no solo es en las avenidas principales, sino también en las vías internas, muchas veces a exceso de velocidad. Eso distorsiona el tránsito peatonal”, explica.

Hay una forma de hacer una Garzota más amigable para el residente, sostiene Andrade, quien habita en la segunda etapa de la ciudadela. Apunta a la potenciación de las áreas verdes. No cree que haga falta más, piensa que el fallo está en el descuido y la falta de equipamiento de estas zonas.

Hay potencial para hacerlo, complementa Samaniego. “Tenemos un beneficio, que es un callejón verde; pero lamentablemente si estos espacios no se integran como uno solo, no se exige obras y la comunidad no se apropia de estos, seguirán descuidados y en desuso”, insiste. Se refiere a una hilera de al menos siete parques que atraviesan una zona residencial de La Garzota. El líder recomienda mayor iluminación, diversificación de juegos infantiles, dotación de servicios higiénicos, aumento de vegetación y fuentes de agua.

La arquitecta y residente del sector, Laura Campoverde, visibiliza, en cambio, que a partir del abandono y la subutilización del espacio público, la ciudadela es “considerada insegura en sus vías internas”.

Descarta también que sea el comercio lo que vuelve inseguro al sector. “En las vías principales, donde hay comercio, la ciudadela tiene vida. La gente camina y se vigila entre sí, eso genera una mayor percepción de seguridad”, opina.

Lo que le preocupa a Campoverde, quien reside en la segunda etapa La Garzota, es la forma en la que se ha concebido el tránsito vehicular y peatonal por las vías internas de su ciudadela. En su sector, ejemplifica, las calles son tan anchas que los carros ruedan a gran velocidad, sin ningún control. “Ni si quiera los rompe velocidades han logrado que esa situación mejore”, lamenta.

Al respecto, la experta considera que se podría cambiar el material de la vía por uno que sea más rígido. “Algo que obligue a los carros a bajar la velocidad porque ya se han dado accidentes”.

Asimismo, en la amplitud de estas vías, ella ve una oportunidad de reducir carriles y aumentar el espacio de las aceras, donde se pueda realizar actividades que fomenten la unión vecinal. “En las veredas se puede colocar vegetación y equipamiento para el descanso de los residentes, para que la gente salga de sus casas”, piensa.

Al igual que sus otros vecinos y colegas, ella considera que los parques se pueden mejorar urbanísticamente con una ciclovía, más vegetación, camineras y mejor iluminación.