La deuda estadounidense

La Oficina de Presupuesto del Congreso (OPC) de los Estados Unidos acaba de anunciar la mala noticia de que el coeficiente de endeudamiento del Gobierno federal está creciendo más rápido que el PIB y en dirección a valores que generalmente asociamos con Italia o España. El déficit fiscal es el problema económico a largo plazo más serio que enfrenta EE. UU. Hace una década, la deuda federal era solo el 35% del PIB, ahora es más del doble, y se calcula que llegará a 86% en 2026. Pero eso no es todo. Se proyecta que el déficit presupuestario anual en 2026 será el 5 % del PIB. De mantenerse ese nivel, el coeficiente de endeudamiento llegará en algún momento a 125% y esa proyección se basa en que los tipos de interés de la deuda pública crezcan lentamente, de modo que en promedio no superen el 3,5 % en 2026. Pero si el este coeficiente de endeudamiento realmente se encamina a los tres dígitos, los inversores dentro y fuera del país bien podrían temer que el Gobierno haya perdido el control del proceso presupuestario. Un crecimiento explosivo de la deuda daría a los tenedores extranjeros de bonos motivos para temer que EE. UU. busque el modo de reducir su valor real, apelando a estimular la inflación o a aplicar un impuesto de retención a los intereses de todos los bonos públicos. De ser así, los inversores exigirán una prima de riesgo (un tipo de interés más alto para la deuda pública). Esto incrementaría aun más el déficit y el nivel futuro del coeficiente. Hoy, más de la mitad de la deuda pública neta está en poder de inversores extranjeros, y es probable que esa proporción siga creciendo. Aunque ahora estén dispuestos a aceptar nuevos bonos cuando todavía están pendientes los intereses y el capital de los ya emitidos, llegará el día en que para pagar, EE. UU. deba exportar más bienes y servicios de los que importa. Estimular las exportaciones netas obligaría a debilitar el dólar para hacer los productos estadounidenses más atractivos a los compradores extranjeros y los productos extranjeros más caros para los compradores estadounidenses; esto implica una pérdida de nivel de vida para los estadounidenses. Un mayor endeudamiento del gobierno federal también implica menos crédito para el sector privado y menos inversión empresarial; esto reducirá el crecimiento futuro de la productividad y la renta real. Por eso es importante hallar modos de reducir el déficit presupuestario y minimizar el coeficiente de deuda en el futuro. La buena noticia es que una reducción relativamente pequeña del déficit bastaría para lograrlo. Esto implica recortar el gasto público, aumentar la recaudación o ambas cosas. Las dos alternativas son políticamente difíciles, pero no deberían ser imposibles. La proporción del PIB que se dedica a defensa cayó de 7,5% en 1966 a 3,2% este año. Lo que creció rápidamente y estimuló el déficit fueron los programas de gasto obligatorio. Su porcentaje dentro del PIB era solamente 4,5 % en 1966, está en 13,3 % ahora y se prevé que llegue a 15 % en 2026. En su mayor parte son prestaciones destinadas a personas mayores de clase media, no programas de ayuda para los relativamente pobres. Por eso la mayoría de los expertos coinciden en que para reducir el déficit futuro es necesario frenar el aumento de esta categoría de gasto. Hasta que pase la elección presidencial no se tomará ninguna decisión para empezar a reducir el déficit.

Project Syndicate