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Un par de ayudantes de Édison Zúñiga suele colocar los féretros en su camioneta.Cortesía

Coronavirus: el hombre que le hace fletes a la muerte

El guayaquileño Édison Zúñiga encontró empleo trasladando cadáveres en su camioneta Confiesa que le aterra hacerlo

Ante la falta de empleo que afectaba a su hogar, en las últimas semanas el guayaquileño Édison Luciano Zúñiga, ha tenido que ingeniárselas para suplir las necesidades básicas de los suyos durante la actual emergencia por el coronavirus. Con su única herramienta de trabajo, una camioneta que adquirió a crédito hace poco más de un año, el hombre halló una forma poco ortodoxa de ganarse la vida: transportar cadáveres.

Hasta el 15 de marzo de 2020, Zúñiga, de 42 de años, utilizaba su vehículo para trasladar diferentes mercaderías dentro y fuera de la ciudad, pero la paralización de actividades por la emergencia sanitaria, a consecuencia del COVID-19, lo dejó sin ‘chamba’. Desesperado porque “ni las deudas, ni el hambre perdonan”, él se decidió a hacer fletes, llevando a los cementerios a los finados que está dejando la pandemia.

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“Un amigo que trabaja en una funeraria me contactó para que llevara un cuerpo cuando habían muchos muertos en Guayaquil. Salí aterrorizado, veía de entre 60 a 70 cadáveres por día, todos a la espera de ser enterrados”, relata Zúñiga.

Miedo al contagio

Recuerda que los primeros días en esta actividad tenía miedo a contagiarse del virus y morir, pero como no tiene ahorros y debe cancelar la cuota mensual de su vehículo, se armó de valor y decidió ayudarse y ayudar en esta emergencia que, según cifras oficiales, en el país deja ya más de 520 muertos por el virus y otros 902 por causas probables del mismo mal.

“Vivo el día a día, no tengo ahorros -cuenta el conductor-. Una vez me puse mal, pensé que estaba contagiado y me fui al hospital. La doctora me dijo que mis pulmones están bien y que lo mío era psicológico, por tantos cuerpos que veo. Ahora siento que me acostumbré a ver muertos y que la gente también se está adaptando a lo que estamos viviendo”.

El trabajo más duro

Y aunque aclara que él no hace el trabajo más duro y triste (cargar y descargar los cuerpos hacia y desde el balde de su camión) - ya que de eso se encargan los propios familiares-, desde la cabina observa el drama que viven los deudos.

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El pesar, la desesperación y el desconsuelo que sienten las personas al no poder despedir a su muertos también afectan emocionalmente a este transportista de carga autónomo, quien también dice haber sido testigo de cómo se apilaban los cadáveres en contenedores dispuestos por el Gobierno.

Entre sus anécdotas, durante los 38 días que lleva trasladando muertos, incluso fuera de la ciudad, está la de una señora que tenía más de seis días buscando el cuerpo de un familiar. “Ella no tenía dinero para la caja y cuando encontró el cadáver no tenía para pagarme la movilización”, recordó con tristeza.