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Desde el asiento de un taxista

Voces. EXPRESO hizo de copiloto en el viaje de dos taxistas que decidieron contar sus experiencias y los retos a los que se exponen en un oficio poco valorado

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'Don Pedro' lleva trabajando como taxista desde hace 22 años.JOSÉ LADINES

Voces es un espacio para ser escuchado (o leído); un espacio de discusión, expresión y conversación sobre diversos temas que motivan o afectan a los ecuatorianos, sin importar su edad o creencias.

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Aún no sale el sol, cuando muchos de ellos ya andan rodando por las calles del país. Son hombres y mujeres que han encontrado en el oficio de taxista una forma de sustento para sus familias.

Mucho se habla de los peligros a los que se exponen los ciudadanos de a pie, pero no siempre de a los que se exponen los taxistas. Recorriendo las calles de Guayaquil, EXPRESO conversó con dos ‘profesionales del volante’ que contaron sus experiencias, los retos y los altos y bajos de su labor.

Con 59 años y 22 de ellos frente al volante de un taxi, Pedro Pivaque, ya ‘se las sabe todas’ en esta profesión. La necesidad y la falta de oportunidades laborales lo llevaron en 1998 a sacar su licencia y a tomar un carro para recorrer Guayaquil en busca de pasajeros.

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En 1998, Pedro Pivaque decidió tomar un taxi y comenzar a trabajar para sacar adelante su familia.JOSÉ LADINES

Se levanta todas las mañanas a las 05:00 y dice encomendarse a Dios antes de dejar su hogar. Trabaja hasta el ocaso y no tiene días de descanso, por lo que afirma no conocer los feriados, ya que las deudas y los alimentos del día tampoco lo conocen. “Uno no trabaja para ahorrar, lo hace para los gastos del día. No hay un sueldo fijo en esta labor”, explica.

Es consciente de los riesgos a los que se expone, pero sabe también que, si un día no trabaja, entonces no habrá pan sobre su mesa.

Siempre uno corre peligro aquí porque se recoge a ‘todo mundo’, entonces hay veces en que las personas que menos se lo espera, es quien le termina robando.

Pedro Pivaque, taxista
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Entre sus tantas experiencias sobre ruedas, una en particular le hizo llevarse un gran susto. Hace ya unos años, unos sujetos camuflados como pasajeros lo asaltaron, llevándose incluso el carro. Para su suerte, pudo recuperarlo después, pero menciona que ese final es uno en mil casos.

Desde su asiento, ha tenido que vivir de todo: desde los pasajeros que se suben en busca de un consejero emocional (algo que de hecho no le molesta), pasando por tener que convertirse en un tipo de ambulancia para mujeres embarazadas, hasta los malos tratos e insultos de algunos clientes. Sin embargo, con tantos años dedicándose a esto, ya nada le sorprende.

Con respecto a los sobreprecios que suelen demandar los usuarios de este medio de transporte, 'Don Pedro' -como es conocido- dice ser consciente de que no es su caso. “Todos no tenemos la misma forma de cobrar. Yo cobro lo más barato que puedo, porque si uno es sensato y cobra lo que es, carreras no le van a faltar... Yo, por ejemplo, tengo bastante clientela porque no ando exagerando precios y soy justo”, señala.

No obstante, al mismo tiempo reconoce que esa historia no siempre se repite en muchos de sus compañeros. Conoce de algunos que cobran precios exorbitantes con el ánimo de obtener la misma cantidad de ingresos con pocas carreras.

La misma postura mantiene Carlos Alvarado, quien también es enfático al mencionar que hay otra cara en la historia: la de los pasajeros que pretender pagar mucho menos de lo justo por sus servicios.

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Carlos Alvarado cree que su labor y la de sus colegas debe ser más valorada.JOSÉ LADINES

Con dos años en esta profesión, Carlos asegura que algo que siempre debe prevalecer es el respeto, tanto del conductor como del pasajero; aunque asegura que no siempre es así porque muchos usuarios creen que, porque están pagando una carrera, el conductor debe aguantar cualquier cosa. “En un par de ocasiones, he tenido que decir ‘disculpe, pero no le puedo hacer la carrera’, porque uno tampoco puede dejarse faltar el respeto de otra persona”, cuenta.

Por más que este sea tu trabajo, tu sustento, hay ciertos límites.

Carlos Andrade, taxista

Por estas y otras razones, este guayaquileño mira con pesar el poco valor que se le da a su oficio y piensa que quien decide tomar un taxi debe hacerlo siendo consciente de que debe pagar un valor justo. “Algunos siguen mirando atrás y a cuánto se cobraba por una carrera en ese entonces, pero la realidad es que las cosas han cambiado”.

A diferencia de Pedro, su jornada se centra principalmente en las mañanas y las noches, por tanto, considera que los riesgos son mayores y más en una ciudad cada vez más asechada por la inseguridad.

“Y a veces no solo es el robo del que puedes ser víctima, también están otros riesgos como las personas que no manejan a conciencia, que pueden ocasionar un accidente y aquí uno no tiene ni un seguro de vida”, alega.

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A pesar de ello, al igual que su colega, la necesidad no le deja otra opción. Y comparte el hecho de que ese es un trabajo del que -salvo casos excepcionales- no se pueden obtener mayores ganancias más que las que se necesitan para sobrevivir en el día.

Ahora con la pandemia, la situación es bastante difícil para este sector (y para muchos otros): se vinieron abajo el trabajo, la clientela y los ingresos.

En el caso de Pivaque, su edad estaba (y sigue estando) en su contra. Con mucho temor, durante el periodo más grave de la crisis sanitaria que afectó a Guayaquil, tuvo que salir a ‘taxiar’ y unas semanas después, se contagió.

Durante varios días, su salud estuvo bastante delicada y por lo tanto tuvo que detener sus actividades. Afortunadamente, pudo superar la enfermedad y en pocos días, nuevamente la necesidad lo llevó a tomar su carro y salir a las calles.

Uno sigue con miedo porque piensa que se puede volver a enfermar, entonces uno siempre tiene que andar protegido con la mascarilla y con el alcohol para, si es posible, desinfectar el carro cada hora. Si uno no se protege, entonces quién lo hará”, concluye.

La realidad es que esta profesión es poco o a veces nada valorada. Rodar por las calles no es sencillo, exponerse a los peligros de la ciudad y cubrir en ciertos casos extensas jornadas; son algunos de los principales retos a los que se enfrentan a diario.